La escritora barcelonesa Ana María Matute, que acaba de recoger en La puerta de la luna todos sus cuentos, consideró ayer que todo narrador con sentido de la vida es, por definición, «un artista comprometido».
En una entrevista concedida en su casa, un sobreático del barrio de Guinardó de la Ciudad Condal repleto de libros amontonados «por unas obras que han dejado patas arriba el piso», responde cuando se le pregunta por su sentido social: «Soy escritora», y añade que «todo narrador con un cierto sentido de la vida está comprometido con algo», pero advirtió: «Tampoco soy furibunda».
En su literatura, temas recurrentes como la Guerra Civil española y la posguerra, la incomunicación o la injusticia social dan cuenta de sus preocupaciones: «Me interesa la vida y, por supuesto, lo social y las injusticias».
Sin embargo, no puede dejar escapar una cierta desesperanza que solo proporcionan los 85 años que acumula a sus espaldas. «Ojalá que fuera verdad que la literatura puede influir en el progreso del mundo, pero no estoy segura».
Mirando atrás, Ana María Matute quiere ser recordada como «una mujer que ha trabajado mucho en lo que más le gusta, y no puede por menos que sentirse «una privilegiada, porque hay mucha gente que trabaja en lo que no le gusta».
También se siente afortunada por haber podido contar lo que ha querido. A partir de Primera memoria ya escribía lo que le daba la gana y conseguía esconder lo que quería decir para sortear a «unos censores muy burros» que eran militares, curas, gente corriente y «más de un escritor fracasado».
Su interés por las letras surgió en la infancia con la lectura de los libros que había en su casa. «Empecé a escribir a los cinco años, y además guardo las ilustraciones que hacía para los relatos».
«Una de las cosas que más me gustan es pintar con lápices de colores, que continuamente me están regalando y que traen a mi memoria el olor de la madera, pero hoy ni las manos ni la vista me permiten continuar dibujando», como tampoco le dejan seguir practicando su desconocida vocación a la carpintería.
A pesar de que había anunciado que Paraíso inhabitado (2008) iba a ser su última novela, la Matute, como ella misma se nombra, ya está a punto de empezar una nuevo libro, que está madurando. «Habrá una parte ambientada en época actual y otra con llamadas a los años medievales».
Con una carrera plagada de premios, tanto honoríficos como comerciales, Ana María Matute, la eterna aspirante al premio Cervantes, que se falla la próxima semana, no puede ocultar su escepticismo ante este galardón que se le resiste: «He estado muchos años en el candelero y no me lo han otorgado, pero yo no escribo para que me den galardones, sino que me dan premios porque escribo».
Sin embargo, confesó que sería un cierre de oro a su carrera. «Me alegraría mucho si me lo dieran, y no sé si sería un broche o una cremallera», aunque esa socarronería tan Matute la lleva a decir: «Tampoco eres mejor porque te den un galardón o no, lo importante es tener lectores».
