Tras casi 72 horas de deliberaciones, el jurado popular del caso Bretón emitió ayer un veredicto unánime en el que consideró al acusado culpable del asesinato de sus dos hijos, Ruth y José, de seis y dos años, respectivamente.
Las siete mujeres y los dos hombres que debían decidir sobre la inocencia o culpabilidad del padre de los dos menores desaparecidos el 8 de octubre de 2011 determinaron que el procesado provocó intencionadamente la muerte de los niños, al tiempo que simuló un delito de detención ilegal o secuestro de los pequeños.
Ahora, será el tribunal el que, en base a la determinación del jurado y teniendo en cuenta los informes finales de las partes, dicte sentencia. La acusación particular y la fiscal reclaman 40 años de prisión, mientras que la defensa insiste en que Bretón es inocente y debe ser absuelto. Además, en el auto emitido se determina que, en caso de que el imputado sea condenado por los delitos de los que se le acusa, no solicite al Consejo de Ministros su indulto.
En cuanto a los puntos concretos del objeto del veredicto, el jurado considera probado, por unanimidad, que Bretón concibió la idea de matar a los niños como venganza contra su esposa, dada su negativa a aceptar pacíficamente la ruptura matrimonial, por su personalidad refractaria a la frustración y su carácter rencoroso.
De igual forma, entiende que el acusado decidió que el lugar más adecuado para dar muerte a sus hijos sería una finca de sus padres, en el Polígono de las Quemadas de Córdoba, así como que la fecha sería el 8 de octubre de 2011, aprovechando que ese fin de semana estaría con los pequeños.
Además de considerar probado que el imputado compró un ansiolítico y un antidepresivo, para usarlos con sus vástagos y adormecerlos o, incluso, matarlos, el veredicto también ratifica que tenía intención de hacer desaparecer los cuerpos de sus hijos y, para ello, hizo acopio de leña en la finca de sus progenitores y adquirió gasóleo en grandes cantidades.
En cuanto a la cronología de los hechos, entiende que José Bretón recogió a sus hijos en Huelva el 7 de octubre de 2011 y marchó con ellos a Córdoba, donde primero estuvieron en la vivienda de los padres del acusado y, posteriormente, en casa de su hermana Catalina, donde dejó a los niños, para poder marchar a la finca familiar, a fin de dejar las garrafas de combustible que había comprado.
Según estima el jurado, estuvo con sus hijos en casa de Catalina, mientras ésta y su cuñado hacían la compra, hasta las 13,30 horas. Luego, tras haber regresado a casa con sus padres, se marchó con los niños, diciendo que iba a comer con unos amigos, pero se fue en su vehículo a la finca familiar, suministrando a los pequeños un número indeterminado de pastillas para facilitar su adormecimiento o su muerte.
Ya en Las Quemadillas, el acusado, sobre las 13,48 horas, el acusado telefoneó a su esposa, sin que lograra comunicar con ella, por lo que decidió seguir con su propósito criminal. Acto seguido, conforme a lo que ya tenía previsto, preparó una especie de pira funeraria, cuyos elementos esenciales ya tenía dispuestos, en un lugar sin visibilidad desde el exterior, en la cual colocó los cuerpos de sus hijos, sin que pueda determinarse si estaban sin vida o aún no habían fallecido.
En la hoguera, colocó una mesa metálica con el tablero en posición vertical y prendió un gran fuego, que avivó con leña y gasóleo y en la que se llegaron a alcanzar hasta 1.200 grados. Ante la magnitud de la temperatura, las partes blandas de los cuerpos de los niños desaparecieron rápidamente, quedando únicamente unos restos óseos. Además, el acusado permaneció junto a la hoguera alimentándola con gasóleo para mantener elevada la temperatura y lograr así la total calcinación y desaparición de los cuerpos.
Igualmente, el jurado entiende probado que Bretón, prevaliéndose de su condición de padre y de su mayor fortaleza física, confianza de los niños y autoridad sobre ellos, acabó con la vida de sus hijos. A continuación se desplazó hasta el entorno de la Ciudad de los Niños, aparcando sobre las 18,01 horas, y cuando consideró que había transcurrido un tiempo suficiente para hacer creíble la ficticia desaparición de los menores, llamó a su hermano Rafael, sobre las 18,18 horas, diciéndole que había perdido a los niños, realizando otras llamadas a la familia, y, posteriormente, al 112.
En lo referido a los restos óseos analizados por peritos forenses, médicos, paleontólogos, odontólogos y especialistas biólogos, el auto indica que proceden de la hoguera de Las Quemadillas y que pertenecen a dos niños de seis y dos años, apuntando que proceden de los cuerpos sin vida de Ruth y José.
El jurado solo consideró no probados tres de los 21 puntos del objeto del veredicto. Así, no entiende suficiente acreditado que Bretón fuera con el coche de su hermana a la finca familiar para asegurarse de que no hubiera vecinos o cualquier otra circunstancia que le impidiera ejecutar su plan. Tampoco justifica que arrojara a dos contenedores bolsas con las ropas de sus hijos, tras haberlos matado y quemado sus cuerpos.
