La arqueóloga Isabel Radá, catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona, defendió ayer que el Acueducto de Segovia necesita “mimo, un reestudio del monumento y, sobre todo, una política de conservación”. En su conferencia sobre “Acueductos romanos” —incluida en el ciclo “Segovia y Roma” de Caja Segovia—, la también directora del Instituto Catalán de Arqueología Clásica piropeó en repetidas ocasiones al Acueducto de Segovia, del que no dudo en decir que es “el mejor del mundo” y “un símbolo de Segovia y de España”.
No obstante, Radá advirtió de “los múltiples peligros” que amenazan al monumento, entre los que citó la contaminación, “las restauraciones no adecuadas” (en referencia al canal de plomo que se instaló en su parte superior) o los vehículos que aparcan en las inmediaciones de los arcos. “Siendo orgullo de toda España, todos deberíamos apoyar para que estuviera en las mejores condiciones”, agregó.
La arqueóloga insistió en que “la primera civilización del agua fue la romana”, subrayando que el agua “era símbolo de civilización, de la potencia de una ciudad y de higiene”. En ese sentido, relacionó el uso del agua con la escasez de epidemias en la época romana, a diferencia de la Edad Media, cuando se abandonó la costumbre de bañarse de forma regular.
De los acueductos que perviven, Radá destacó, por su buen estado de conservación, los existentes en Turquía y en el norte de África, en países cuyo desarrollo urbanístico ha sido inferior al de Europa. Además, la directora del Instituto Catalán de Arqueología Clásica advirtió que, en realidad, un acueducto es una conducción de agua, a pesar de que está generalizada la idea de identificar la infraestructura con el tramo donde aparecen los arcos.
Para Radá, el Imperio Romano “fue una constelación de ciudades”, la mayoría de las cuales se enorgullecían de sus acueductos, entendidos “como uno de los símbolos que representaban su poder”.
