Era la crónica de una muerte anunciada. El Senado italiano cumplió ayer con lo previsto y, pese a las presiones encabezadas por Forza Italia, la formación de Silvio Berlusconi, que el pasado martes rompió su alianza con el Gobierno, aprobó la expulsión del exprimer ministro tras haber sido condenado en firme, hace tres meses, por fraude fiscal en el caso Mediaset.
La Cámara Alta aplicó, de este modo, una ley que prohíbe que los altos cargos puedan tener antecedentes penales ni sanciones de más de dos años. Il Cavaliere fue sentenciado el pasado agosto con cuatro años de prisión, aunque, gracias a un indulto y a que tiene más de 70 años, quedaron reducidos a un año de servicios sociales.
Esta salida obligada supone que el exmandatario no podrá volver a ocupar un escaño en el Senado ni en la Cámara de los Diputados en los próximos seis años, algo que ha venido haciendo en las últimas dos décadas de manera ininterrumpida. Asimismo, tampoco podrá ser candidato electoral en ese mismo período de tiempo, con lo que no optará a un cargo hasta los 83 años. Y la medida también se traduce en la pérdida de inmunidad para el ya exparlamentario.
Antes de la decisión de los legisladores, Berlusconi y su partido no escatimaron en esfuerzos para evitar este paso. Así, el exdirigente apeló a los senadores de la oposición, exigió un indulto al presidente de la república, Giorgio Napolitano, y sacó del cajón nuevas pruebas para evidenciar su inocencia en el proceso por el que fue condenado.
A pesar de todas estas intentonas, ya antes de la votación todo apuntaba a una clara mayoría a favor de la exclusión. Más aún, después de que el pasado octubre, el comité de inmunidad del Parlamento se mostrara a favor de la salida del magnate.
A media tarde de ayer, las sospechas se hicieron realidad. Realmente, no se produjo una votación, sino que fue el resultado del rechazo de los nueve órdenes del día presentados por Forza Italia contra la conclusión adoptada por el comité el mes pasado.
Il Cavaliere no estuvo presente en la sesión, que puso fin a una etapa política en Italia, y prefirió estar en la calle, con los miles de seguidores que le respaldaron en Roma y ante los que adelantó que ayer era «un día de luto para la democracia en este país», al tiempo que denunció que se ha «pisoteado la ley», avisó de que se avecina «el imperio del Estado» y advirtió de que su salida del Senado no supondrá que deje la política ni dejará la Presidencia de Forza Italia.
«También como no parlamentario se puede seguir luchando por nuestra libertad», subrayó, incidiendo en que «otros líderes están fuera de la Cámara, como yo», citando al jefe del Movimiento Cinco Estrellas, Beppe Grillo, y al alcalde de Florencia, Matteo Renzi, uno de los pesos pesados del Partido Democrático.
Además, se mostró «absolutamente seguro de que al final seré declarado absolutamente inocente» y confirmó que pedirá una «revisión» del caso, después de que anunciara las nuevas pruebas que tiene para rebatir la pena.
Eso sí, a Berlusconi aún le quedan más cuentas pendientes. En las próximas semanas, el Tribunal Superior italano debe decidir sobre la prohibición de ejercer cargos, el proceso Ruby entra en su recta final y el próximo mes de febrero comienza un nuevo juicio por supuesto soborno a un senador. Y todo, sin inmunidad.
