Estados Unidos vivió ayer una jornada de terror después de que un joven entrase fuertemente armado en una escuela infantil en el estado de Connecticut y acabase con la vida de al menos 20 niños y seis adultos para, posteriormente, quitarse la vida, protagonizando uno de los crímenes más sangrientos en la Historia del país.
El presunto asesino, Ryan Lanza, de 24 años, llegó al centro educativo, Sandy Hook Elementary School, que alberga a unos 600 alumnos de entre cinco y 10 años en Newton y donde trabajaba su madre como profesora, pasadas las 09,30 horas locales (las 15,30 horas españolas). Fuertemente armado, con una pistola y un rifle, primero se acercó hasta el despacho del director del colegio, al que disparó a bocajarro.
Después de su primera ofensiva, se dirigió a la clase de su progenitora, en la que acabó con la vida de ésta y de gran parte de sus alumnos, sin que por el momento se conozcan las causas que le llevaron a cometer la posterior matanza.
Según fuentes policiales, 18 menores y seis adultos fallecieron en la propia escuela, mientras que otros dos menores perdieron la vida en el hospital.
Además, otra persona fue encontrada muerta en la vivienda del criminal, en Nueva Jersey. Al parecer, se trata del padre de Lanza, quien podría haber sido asesinado por su hijo poco antes de que pusiese rumbo a su fatal cometido.
Asimismo, el hermano pequeño del atacante se encuentra retenido por la Policía al encontrarle en la escena del crimen. Al cierre de esta edición no se conocía si el chico se hallaba en el lugar de los hechos por ser cómplice del asesino o porque también era alumno de la escuela.
Fuentes de la investigación sospechan de la existencia de un segundo asaltante, que podría haberse dado a la fuga.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se mostró visiblemente consternado por la masacre y, al borde de las lágrimas, reclamó una «acción significativa», independientemente de la postura política, para evitar más sucesos de este tipo.
«Como país hemos pasado por esto demasiadas veces», aseveró el dirigente, que tuvo que hacer varias pausas en su corta alocución en la Casa Blanca para contener la emoción y secarse las lágrimas.
Así, explicó que no reacciona «como presidente, sino como progenitor». «Sé que no hay un padre en Estados Unidos que no sienta la misma pena devastadora que siento yo», señaló, al recordar que entre las víctimas del tiroteo figuran niños de entre cinco y 10 años.
«Tenían toda la vida por delante, cumpleaños, graduaciones, bodas, sus propios hijos», declaró.
