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Recuerdo de dos pobres mujeres

por José Luis Salcedo
20 de octubre de 2021
JOSE LUIS SALCEDO web
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Ena, la serie Woke

No sois para él lo que él es para vosotros

¡Oye tú, no te acerques demasiado! (Recordando a Jorge Ilegal)

Por los años 1937 y siguientes vivieron en Segovia —si es que se puede llamar vivir a su paso por la vida— dos mujeres que contrastaba su aspecto miserable con cierto orgullo de que hacían gala. Como no supimos nunca sus nombres las apodamos María de la O y su prima, asimilando este nombre con la canción de Manuel Quiroga con letra de Salvador Valverde y Rafael de León que estaba de moda desde 1933 y que cantaba, entre otras canzonetistas, la célebre Concha Piquer que decía:

¡María de la O!/Que desgrasiaíta, gitana tú ere/teniéndolo tó. /Te quiere reí, /y hasta los ojitos los tienes morao/de tanto sufrí. /Mardito parné/que por su curpita dejaste ar gitano/que fue tu queré. /Castigo de Dio /Castigo de Dio /é la crusesita que lleva a cuesta/María de la O.

Su residencia la tenían en un cuchitril al final de la calle Gascos (hoy calle de Antonio Coronel, núm.6) muy bajo de techo que se construyó en su día como pocilga para cebar a un par de cerdos, es decir un tabuco de lo más inmundo que hoy día nos podemos figurar. Ambas mujeres frisarían los 35 años. María de la O iba vestida con harapos de color claro mientras que la prima vestía siempre de color negro. Sus complexiones eran de baja estatura, menudas y flacas como corresponde a la inmundicia de comida que ingerían y que generalmente recogían de la basura. El caso es que nadie sabía su procedencia y cuando desaparecieron por el año 1945 (más o menos) nadie se enteró tampoco.

María de la O además de su estrafalaria vestimenta con jirones colgando, había que añadir para agravar su aspecto, las greñas de un color rojo pajizo porque decía que para conservar el pelo, que escasamente tenía, se daba mazarrón (arcilla) que a mano tenía del señor León, el alfarero, lo que acentuaba más su grotesca figura. Con esta estampa tan ridícula no tiene de raro que los chicos de la época, que éramos de la piel del Diablo, nos riéramos de ellas, las insultáramos y las tirásemos piedras. Las pobres mujeres a su intrínseca pobreza tenían además que soportar las burlas y ultrajes de la chiquillería.

El recorrido diario consistía en deambular por las calles del centro de Segovia buscando un mendrugo de pan, rebuscando en las basuras compitiendo con los perros callejeros

El recorrido diario consistía en deambular por las calles del centro de Segovia buscando un mendrugo de pan, rebuscando en las basuras compitiendo con los perros callejeros que por aquel tiempo abundaban y campaban a su albedrío los chuchos sin dueño por todas las ciudades. Recogían también trastos inútiles e inservibles que no sé para que los querían ni dónde los meterían. En fin un dechado de infortunio. Tampoco sé si acaso, en último extremo, fueron socorridas por la institución Auxilio Social, que al menos las hubiera proporcionado una comida pobre pero algo digna, claro que en mi fuero interno pienso que a lo peor no la aceptaban por creer que menoscababan su orgullo al no haber sido recogida por ellas mismas.

Se comentaba que María de la O para curarse las anginas se había introducido por la garganta un hierro caliente, de ahí la voz aguardentosa que tenía. Esto para mí resulta de dudosa credibilidad.

Pero el caso es que María de la O era una persona con cierta cultura, parece que sabía francés y en alguna ocasión se decía que había hecho una la traducción a algún cadete de la Academia de Artillería. También se dijo que a los estudiantes les resolvía algún problema matemático, conformándose con un pequeño óbolo, que podía ser una moneda de cinco o diez céntimos, cantidad irrisoria pero que a María la hacía feliz al verse remunerada por su sapiencia.

En fin después de más de ochenta años mi conciencia siente pesar al recordar a ese par de desdichadas y que la sociedad no fuera capaz de socorrer a aquellas personas menesterosas que se encontraban en una situación límite, seguramente sin merecerlo.

Ya he dicho que por el año 45 desaparecieron y no se las volvió a ver; lo que no sé si se ausentaron o bien María de la O murió en una triste noche de invierno sin tener a nadie que la socorriera y la aportara un consuelo en esos momentos finales de su vida.

Sirvan estas sencillas líneas como un pequeño homenaje al recuerdo de dos desheredadas de la vida, mujeres indigentes, buenas, que no hicieron daño a nadie, pero que la vida las vapuleó hasta llevarlas a lo más profundo de la adversidad.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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