Aunque el título del artículo invite a pensar en la situación política que vive Cataluña y la reciente detención en Cerdeña del prófugo Puigdemont, que lleva huido de la Justicia española desde otoño de 2017 y pendiente de ser juzgado por los delitos de sedición y malversación de caudales públicos, y que daría mucho que hablar, hoy les quiero hablar de otro tipo de independencia, la independencia periodística.
Este viernes tuve la oportunidad de asistir a la XXXVI edición del Premio Periodístico Cirilo Rodríguez, premio nacional más importante para corresponsales o enviados especiales de medios españoles en el extranjero.
Los finalistas fueron Francisco Carrión, freelance afincado en El Cairo, José Naranjo corresponsal de El País en África Subsahariana y Mavi Doñate corresponsal de RTVE en Asia Pacífico, esta última ganadora de la citada edición y premio.
Y fue en la intervención de tercer galardonado, Francisco Carrión, la que me llevó a pensar si en España existe una verdadera independencia de los medios de comunicación o son afines a aquellos que los sustentan.
Todo empieza en los primeros años de democracia, cuando el PSOE de Felipe González gana las elecciones en octubre de 1982, y este implanta el peor invento y más dañino de nuestra democracia, el macro-Estado alcanzando hasta casi el 50% del PIB en 1993 doblando el 25% que existía en tiempos de Franco.
Es más, elevó la deuda pública desde un 20% en 1981 hasta el 65,40 % del PIB en 1996 cuando fue derrotado por Aznar en las elecciones generales de aquel año. Ni que decir de la deuda que mantiene España en estos momentos, superior al 125% del PIB.
El mensaje de que lo público permite el acceso a los más débiles y más vulnerables fue utilizado para crear una auténtica red, una telaraña de chiringuitos afines, donde la separación de poderes se convertía en una utopía y donde los medios de comunicación eran regados con dinero público y, por tanto, pasaban a formar como tantos otros de la nómina del Estado.
Además también sirvió para la creación de miles de redes de corrupción, incluso para financiar ilegalmente los partidos, desde el caso Filesa, pasando por el caso Naseiro, hasta los Eres de Andalucía o la caja B de Bárcenas. Pero rápidamente los que accedieron al poder en 1996, se subieron a este mecanismo de control y de corrupción, de forma que entre unos y otros a través de las instituciones se encubrían con independencia de quien gobernara.
Se cargaron de un plumazo cualquier posibilidad de discrepancia, de realidad, de verdad, y aceptaron extender sus redes clientelares y sus tentáculos a cualquier institución, a cualquier medio, ya fuera público o privado. Había que mantenerse en el poder y, sobre todo, mantener sus endiosadas estructuras y devolver tantos y tantos favores.
Por eso ha llegado VOX, para romper el status quo y eliminar toda red clientelar, todo chiringuito afín, y dotar al Estado y a las instituciones de toda independencia e injerencia política. Por eso nos llaman fascistas, una etiqueta usada para provocar rechazo y ocultar su malvado plan de tenerlo controlado engañando a la población haciéndoles aceptar lo inaceptable.
No lo permitiremos, y seguiremos denunciando cada injerencia, para lograr una total independencia que nos haga verdaderamente libres.
(*) Diputado de VOX por Segovia.
