A las 21,30 horas, y a los sones del himno nacional, la carroza que transportaba la custodia con el Santísimo salía de la iglesia de San Miguel para iniciar el recorrido de la tradicional procesión de «La Minerva», organizada por la cofradía titular de esta devoción en la parroquia de San Miguel. En medio de un impresionante silencio, la procesión discurrió por las calles del centro histórico de la capital, que únicamente rompían los cánticos religiosos de los fieles de la parroquia que acompañaban a la Santa Custodia. Un año más, la cofradía cumplió la tradición secular de una procesión eucarística que honra al Santísimo Sacramento instituida hace seis siglos por el Papa Paulo III y fundada por el dominico Tomás de Stella.
Con una temperatura más baja de lo habitual, la procesión contó con la participación del obispo de Segovia, Ángel Rubio Castro, así como del párroco de la Unidad Centro y Vicario General de la diócesis, Andrés de la Calle, a quienes acompañaron un buen número de sacerdotes diocesanos. También estuvieron presentes el alcalde de Segovia, Pedro Arahuetes, así como el portavoz municipal del PP, Jesús Postigo y varios ediles del equipo de Gobierno y de la oposición.
Antes de la procesión, tuvo lugar la «Misa de Minerva», que este año estuvo presidida por el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, que en una vibrante homilía aseguró que en esta fiesta «venimos a ver la presencia de Jesús Eucaristía al igual que un hijo visita a su padre no para pedirle, sino para disfrutar de su compañía».
El cardenal manifestó que ante las necesidades del mundo, la respuesta de Jesús es la de ofrecer al hombre la posibilidad de «multiplicar el pan de la Justicia, de la cercanía a los demás y de la acción a favor de los más pobres».
Asimismo, indicó que la Iglesia «tiene cifras increíbles en su acción caritativa y social, pero su credibilidad no va a venir por los números, sino por el amor de las personas», y aseguró que aunque en ocasiones su labor «no se reconoce y se critica (la Iglesia) no está preocupada por el aplauso, sino en ser fiel a Jesucristo». La ‘misa de Minerva’ toma su nombre de la iglesia romana de Santa María sopra (sobre) Minerva, un templo cristiano levantado sobre otro, pagano, dedicado a la diosa de la sabiduría. El Papa Paulo III aprobó, en 1539, la cofradía de la Minerva, que había sido fundada por el dominico Tomás de Stella en dicha iglesia y que se caracterizaba por la defensa de la eucaristía.
