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Poinsettias ¿las flores del mal?

por Santiago Sanz Sanz
13 de septiembre de 2021
SANTIAGO SANZ
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Después del aniversario de la caída de Tenochtitlan y ya en vísperas de las celebraciones del mes patrio mexicano, me siguen llegando comentarios al respecto desde los chats de los amigos mexicanos y de españoles expatriados. La mayoría de estos mensajes hacen referencia a los discursos de López Obrador relacionados con el acontecimiento conmemorativo, para el que por cierto, Andrés Manuel mandó construir en el mismo Zócalo capitalino, una réplica del Templo Mayor para mayor gloria del neo-indigenismo, eso sí, con un discordante exceso de luces de neón que más que recordar, según él, al esplendoroso mundo precolombino de Mesoamérica, pareció evocar con esa iluminación, a algún antro de Las Vegas. Pero bueno, hasta ahí sólo es la anécdota, la verdadera tragedia reside en toda esa inercia cultural y didáctica arrojadiza de una renovada leyenda negra que como muchos de los acontecimientos históricos americanos forman parte de unas planificadas estrategias para alcanzar unos objetivos muy concretos…

Cuando el estadounidense Joel Roberts Poinsett fue enviado a México como Ministro plenipotenciario, encontró por un lado el escenario perfecto para desarrollar una inocente faceta de botánico. Ya saben que es a él a quien debemos la difusión y popularidad alrededor del mundo, de la conocida “flor de Pascua mexicana” o “Nochebuena” y que a partir de entonces sería conocida como Poinsettia. Independientemente de ese éxito, fue en su otra faceta menos inocua, la de los asuntos de la “geopolítica” –si me permiten anticiparme con el término unas décadas- y a todas las intrigas palaciegas del ámbito de esta, a las que dedicó su mayor y eficaz empeño. Su gran labor fue contribuir con el modo de materializar los objetivos expansionistas de los Estados Unidos y la doctrina del entonces presidente Monroe. Recuerden que a este se le atribuyen frases de vocación épica como el “América para los americanos”, aunque con el gentilicio, por aquel entonces, sólo se refiriese a los anglosajones del norte porque el resto de los habitantes del continente lo eran sólo de su “patio trasero”, por lo que debía asegurarse de que estuviese limpio de otra influencia y protegido de la injerencia externa que podría suponer entre otros, España, o mejor dicho, la idiosincrasia que esta dejó como herencia por todo Hispanoamérica. Sin duda, las maniobras del “agente especial” Poinsett hubiesen carecido de eficacia de no haber sabido rodearse de políticos locales complacidos con los designios de este. Tan complacidos, que no supieron –hay quien dice que no quisieron- mantener la integridad de su territorio, beneficiando así al vecino del norte y que además, se convirtieron en activos ejecutores de políticas de ingeniería social e impulsores de la fractura entre el Indigenismo y el Hispanismo, una división que se acentuó en el tiempo con el impulso mediático y el añadido ideológico, además de un impúdico oportunismo en el discurso político. Las expectativas generadas tras el mensaje populista de que culpar a España y alejarse de lo español mejoraría automáticamente sus vidas, caló tan hondo entonces como siglos después lo sigue haciendo entre una parte de la población más desfavorecida necesitada de agarrarse a una esperanza, al igual que, lógicamente, también motiva a los individuos educados dentro de los velados programas de adoctrinamiento sistemático con el que incluso las élites pasan por el aro, en este caso movidas por una avidez desmesurada de poder extra. El caso es que allí y por qué no, aquí, esta dinámica histórica está llena de paralelismos. Los discursos son muy parecidos. Ya saben, un interminable revisionismo histórico de hechos, términos y argumentos victimistas con los que prorrogar el delirio tirando de unos comodines más que trillados: España, los Borbones, Castilla, Colón ¡Cortés! a los que seguir culpando cuando se necesite salir del paso en el momento que los hechos y las consecuencias de sus nefastas gestiones los llenen de descrédito y siembren la duda hasta en los fanáticos adoradores. Mientras, continuarán con el permanente señalamiento del contrario como estrategia, degradando la condición de “persona” de quienes no piensan igual con la intención de convertirles, en el mejor de los casos, en unos seres grotescos, enemigos del pueblo y llenos de maldad: fifís, fachas o fachos y “gachupines o chapetones” cuando carezcan del pedigrí necesario. Aunque en la práctica y como viene siendo habitual, la falta de pedigrí siempre podrá ser compensada con altas dosis de activismo fanático… a los chats les remito.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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