‘Cosas veredes, amigo Sancho, hemos oído todos alguna vez’ (del Quijote). Son ‘aquellas pequeñas cosas’ (Serrat) que ocurren a nuestro alrededor, ya de hoy, ya de antaño, y que preparadas como se han de preparar, o así, las expongo para conocimiento de quien leyere y extensión al colectivo que prefieran.
No sé si les ‘sonará’ la palabra botellón. Si no fuera así —permítanme que lo ponga en cuarentena—, les remito a la RAE: ‘Reunión al aire libre de jóvenes, ruidosa y generalmente nocturna, en la que se consumen en abundancia bebidas alcohólicas’. A los efectos oportunos de ‘pura coincidencia’ entren el túnel del tiempo y apunten al año 1781. El ayuntamiento, a petición del obispo Alonso Marcos de Llanes, sobre los medios de contener la embriaguez dispone: ‘los mostradores de las tabernas han de estar situados en las puertas de estos establecimientos; no permitiéndose reuniones ni en portales ni en sus inmediaciones para beber vino’.
De forma inmediata hubo reclamaciones de los taberneros. Unos meses después una Real Provisión del Consejo de Castilla incidía en esas mismas limitaciones. Extendiendo el ‘bando’ a la provincia impidiendo vender vino dentro de las tabernas.
La vida sigue igual… con el aumento correspondiente.
Asesores.- Si no hemos cambiado, o hemos cambiado poco, les cuento lo siguiente y el agudo lector puede poner las similitudes que considere oportuno. Sugerencia, pensar en el tema más de tres segundos no es nada positivo.
Para el Ayuntamiento de la ciudad de Segovia, su Tierra y Partido es propuesto y nombrado por Carlos III (1786), corregidor, capitán de guerra y alcalde, Manuel Francisco Irisarri. La propuesta llegó del entonces secretario de Estado, Conde de Floridablanca, quien sabía y conocía, que el señor no era letrado. Ante tal situación hubo que nombrar un alcalde Mayor que, además de letrado, fuera, a la vez, asesor, mano izquierda y derecha del corregidor. Entre sueldos, prebendas (gajes) y demás familia, percibía el ‘Mayor’ 40.000 reales anuales. El ‘otro’ también percibía.
Corolario: La enfermedad ‘del asesor político’, declarada infecto contagiosa, se ha comprobado imposible de erradicar, y va a más.
Azotes.- Considero que sabrán y conocerán que en la época medieval y un poco más adelante, a los que se salían del camino normativo la justicia les imponía penas de diferentes ‘colores’. Una de ellas era la célebremente conocida ‘pena de azotes’. El juzgador dictaba el número de ‘azotazos’ correspondientes al infractor, que para mayor ‘pena’ los recibía en plena calle.
Concretando. A mediados del mes de julio de 1787, calle Real para mejor entendernos, habiendo el pregonero municipal cumplido con su misión de comunicador ante el pueblo de lo que les iba a suceder a José Segovia y José Losada. Llegada la hora de ejecutar la sentencia fue ¡el pregonero! quien la llevo a efecto. Percibió la cuantía de 4 ducados por pegar a cada uno de los azotados. Total: 88 reales.
‘A toca teja’.- Puede que frase tan popular iniciara su recorrido en Segovia. Expongo. Sitúense en el siglo XVII. A lo largo de los reinados de Felipe II, IV y Carlos II, se acuñaron en nuestra fábrica de hacer dinero, monedas de plata de 90 milímetros y del valor de 5 reales de plata fuerte. A estas monedas se las conocía como ‘tejas’, que fueron las preferidas para ciertas clases de pago ‘directo’. De ahí el popular ‘pagar a toca teja’.
Robo en la caja de la Caja.- Principios del siglo XX. Concretamente el 25 de noviembre de 1910. Aprovechando la nocturnidad, los ladrones, vaya usted a saber cuántos y quiénes, penetran en la sede de la Caja de Ahorros en la Plaza de San Facundo. Lo hicieron a través de un ‘butrón’ desde la casa colindante, propiedad del ducado de Almenara Alta. En su paseo, los ladrones ‘recogieron’ 2.634, 80 pesetas. 2.468 en metálico y el resto en relojes y otros objetos depositados en el Monte de Piedad.
Mini biografía.- Julián Pérez del Barrio, falleció en enero de 1934 a la edad de 52 años. Fue redactor de El Adelantado de Segovia. Su gran pasión por la música le llevó a ser más que notable musicólogo. Dirigió el orfeón Juan Bravo y además fue miembro destacado de la Sociedad Filarmónica. Fino escritor, sus trabajos sobre música en el periódico eran seguidos con gran interés por los lectores. Fue persona entrañable y muy querida en la ciudad.
