A los que han bajado al infierno y sufrido el horror en nuestro monte en llamas
En los peores sucesos, entre imágenes dantescas difundidas en las redes sociales, a veces se crea otro tipo de redes de ayuda y solidaridad más potentes y efectivas con las que se intenta paliar las consecuencias de la catástrofe, cooperando con aquellos que en cuestión de horas han visto cómo se abrasaba el medio para su subsistencia, además de las pérdidas de flora y fauna, que forman parte del foco de vida que hemos de preservar.
El fuego iniciado con el incendio de un coche en la provincia de Ávila ha sido la dolorosa noticia que ha traído en jaque a mucha gente de la meseta central durante todos estos días, que asistían con impotencia a la devastación de buena parte de su superficie forestal, intentando atajar el desastre sin posibilidad de evitar su propagación y las bajas de animales, presas de las llamas. Mientras, debates infructuosos tratando de dirimir culpas, con dimes y diretes, cuestionando a la propia naturaleza por arder, con el termómetro en ola de calor.
Un aquelarre interminable que en cuestión de horas devastaba el monte, dejando una tierra volcánica, arrasada, llena de cadáveres calcinados de ganado. Normativas que no dan de sí para concienciar a los que no sopesan lo que hay en juego, llevando hasta sus últimas consecuencias aquella cita de Hobbes tan imperecedera (Homo homini lupus est) ante el origen absurdo de un desastre como este, por no prever qué hacer en escenarios adversos que puedan presentarse.
