Década de los 70. El curso del río por el valle de las Tenerías (3) hasta la confluencia con el Eresma, en el final del Alcázar es realizado por la empresa segoviana ‘Moisés López’. Al respecto, la disposición aparecida en el BOE de 14 de septiembre de 1963 de la Dirección General de Obras Hidráulicas, por la que se adjudica a Julián López Parras, continuador de la citada empresa, ‘las obras de encauzamiento y cobertura del rio Clamores’, en la cantidad de 5.990.000 pesetas. Quizás fuera la penúltima de las actuaciones sobre la cubrición hasta el Eresma.
El último ‘tapao’, por ahora, se formalizó a finales del XX con el túnel de desagüe hacia el Eresma, cerca del paraje ‘Molino de los Señores’ y la nueva instalación depuradora en el Valle de Tejadilla.
Transcrito de un informe técnico sobre esta última actuación: ‘El túnel del Clamores es una galería que comunica el colector del arroyo con el del río Eresma, salvando un importante macizo rocoso. Este túnel presenta un estrechamiento en su inicio que reduce su capacidad hidráulica y genera episodios de vertido al Eresma con mucha frecuencia’.
Más de un siglo, 112 años, hubieron de transcurrir para que aquello que comenzó en un siglo acabara en otro.
Una curiosidad. El nombre del arroyo no se quedó en Segovia. Desde el año 1981 existe un local con ese nombre. Se encuentra en la planta baja del edificio que alberga nuestro Centro Segoviano de Madrid: Clamores Jazz.
Los usos del agua
El Clamores se paseaba por la Maestranza y por los lavaderos de la Dehesa . Estos, construidos (siglo XVIII) para lavar la lana, contaban con dos grandes pilas de alrededor de 50 metros cada una. Allí cumplían su horario, con frío constante, las trabajadoras de la Fábrica de Ortiz de Paz. Era, también, lugar donde acudían las mujeres del arrabal de Santa Eulalia a lavar la ropa. Con un frío de ‘mil diablos’, no solo lavaban como podían, también atendían a su hijos más pequeños que pululaban por el recinto, mientras ellas, las madres, restregaban la ropa o esperaban a que quedara libre algún hueco sobre las ‘tablas’ rayadas de cemento.
Cuando se cierra la Real Fábrica de Paños Superfinos (siglo XIX), los lavaderos permanecen y son utilizados por la vecindad. Su destrucción se llevó a efecto más allá de la mitad del siglo XX.
Fuera de los lavaderos había una explanada, (en la cercanía donde en los años 50 del siglo XX construyó el régimen la ‘Casa Cuna’, en la que estaban instalados los telares y tendederos de la lana. Lugar que se aprovechaba también para la colada. El ‘ritual’ tenía, para la mayoría, tres fases:
—Lavado general de la ropa.
—Una vez lavada se colgaba sobre las cuerdas que existían en la pradera para orearla.
—Pasado un tiempo se descolgaba y se metía de nuevo en el agua para su aclarado.
Una vez terminada esa labor, y con el frío acumulado en el cuerpo, la ropa húmeda se colocaba en cestos, niños/niñas de la mano, para llevarla a la casa y colgarla de nuevo para su secado final.
Al respecto del tema, en el año 1889 hubo una petición de las lavanderas al Ayuntamiento con el fin de que hubiera vigilancia en la pradera, ‘para evitar que nos roben la ropa tendida en las cuerdas’. (‘El Faro de Segovia’).
Si las mujeres acudían a los lavaderos, con agua del Clamores, era por necesidad. A las viviendas llegaba un hilo del líquido elemento y se hacía imposible la colada. La jornada de lavado acababa cuando el encargado del lugar levantaba la trampilla de salida y el líquido se dirigía al cauce del Clamores para ejercer otras labores. Por ejemplo, aguas abajo en Las Tenerías.
Un valle desde la capilla de San Gregorio
El Valle del Clamores, 91.380 m2, fue recuperado como senda y paseo y zona verde en 1998. Era alcalde de la ciudad —gran persona—, Ramón Escobar. A efectos de conocer recorremos y detallamos su zigzagueante caminar, en el que se encontrarán, siguiendo lo escrito por Castellarnau, ‘rocas sedimentarias, yacimientos paleontológicos, cuevas, abrigos, tobas…’
La ciudad comenzó a prestar atención al lugar y a plantar árboles en él en 1886, cuando el Ayuntamiento aceptó la propuesta del director de Arbolado, Marcelo Láinez, a quien se había pedido que buscase terrenos para hacer nuevas plantaciones. Este aconsejó, como lugar muy a propósito ‘las cuestas o laderas que hay entre el Matadero y los pabellones del Alcázar’.
No es menor, en ningún supuesto, el entorno del valle. Así, como ejemplo, describió uno de esos lugares Jesús M. de Castellarnau, en su obra ‘La Cuesta de los Hoyos y el Cementerio Hebreo’:
‘Este forma la ladera izquierda de la cuenca del arroyo Clamores, y se extiende de Este á Oeste en una longitud mayor de medio kilómetro, desde el camino de la Piedad ó Via Crucis que arranca del edificio de Sancti Espíritus, hasta más allá de la hondonada que aparece frente al lienzo de muralla comprendido entre la puerta de San Andrés y la Casa del Sol (actualmente Matadero). Ó lo que es lo mismo, constituye una parte de la vertiente de exposición septentrional del valle de las Tenerías, contrapuesta á aquella en que está situado el antiguo barrio de la Judería (dentro de los muros de la ciudad), con el cual se comunica por una vereda y un antiguo puente de piedra (La Estrella) sobre el Clamores, emplazado al pié de la puerta de San Andrés’.
En el paseo por el referido valle encontrarán parajes como el rehabilitado y referido puente de La Estrella (4); la fuente y el Puente del Piojo, la Casa del Sol… En la Hontanilla (5) (de fuente), donde ahora se cultivan huertos/parcela propiedad de la Ciudad, existen resquicios del lugar donde se ubico la fábrica de ‘harina, pasta y chocolate’ (Sáez Romero). La misma que en 1877 se arrendaba, y que disponía de ‘una piedra francesa, limpia y de buen cernido’. (Anuncio en ‘El Moscardón’). Lugar también de descanso de rebaños de ovejas.
El recorrido —derecha e izquierda—, por el valle es extraordinario. Además de lo descrito el paseante se encontrará una parte de la remozada muralla en su lado sur, desde Sancti Spíritu hasta la plaza del Alcázar; por la Hontanilla, para admirar la Puerta de San Andrés e imaginarse donde se encontraba el Postigo del Obispo, que era el inicio de la Ronda de Juan II. Podrán ver también la pequeña Fuente del Piojo, de agua no potable. (Cuando agua llegare).
Al paso, bajada a la derecha, encontrará el paseante el edificio del antiguo Matadero municipal (Casa del Sol), dedicado a sus menesteres desde los tiempos del reinado de Enrique IV, hoy Museo, que, construido sobre un Espolón de la roca que ‘cae’ sobre el lecho del arroyo se sitúa entre los lienzos de la muralla.
Otro paraje de antaño fue la capilla de San Gregorio. Trascribo al efecto del lugar y más conocer, relato de Mariano Grau: ‘Donde el tapial muere, elevaba su quietud una antigua capilla de redonda portada, escaleras voladas sobre el muro y un letrero en azulejos policromados que decía: «Cerámica». La dentada cabeza de un animal feroz, tallada en piedra, surgía en la pared cabe el rótulo. Dicha vieja capilla perteneció, bajo la advocación de San Gregorio, al inmediato edificio que se conocía en el pretérito por «Casa del Sol». En los siglos XVII y XVIII se acogía en ella una Cofradía, denominada de San Gregorio, que entre otras ocupaciones tenía a su cargo la plantación de árboles por las orillas del arroyo Clamores, desde el puente de la Estrella hasta el Alcázar, base probablemente de la floresta que hoy existe. Hace apenas veinte años, tuvo en la referida Capilla su taller de cerámica Fernando Arranz, discípulo de Zuloaga; después el pintor segoviano Lope Tablada instaló en ella, durante algún tiempo, su estudio’.
Paseando por el año 1781, y en ampliación sobre el espacio, leo en un texto de J.A. Ruiz, sobre los cofrades de San Gregorio, en el que estos envían memorial al Ayuntamiento:
‘De un tiempo a esta parte hemos plantado varios árboles en el arroyo Clamores desde el puente de La Estrella en todo lo que comprende la ribera de las tenerías, y que hoy igualmente lo ejecutan otros cofrades, quienes suplican que la Ciudad se sirva concederles licencia para podar dichos árboles cuando convenga y con su producto hacer sufragios por las almas, obligándose a poner en dicho arroyo cuantas plantas puedan de los mismos arboles, con el fin de que sirva de hermosura y adorno con otras cosas que del mismo memorial constan’.
Sobre la antigüedad del lugar escribía Juan Vera (1950): ‘La capilla de San Gregorio (5), situada al lado del Alcázar, que sobre un Espolón rocoso se alzaba como avanzada inexpugnable de la muralla. Fue solar de los Ibañez de Segovia (Marquesado de Mondejar), convento después y matadero por último’.
Puente del Piojo
Si continúa el camino, sepa que se encontrará con el derruido puente del Piojo (almenado y con tres ojos (Ruiz Hernando). Fue lugar de acceso al Alcázar para cruzar el cauce del Clamores y que, siguiendo a Oliver Copons fue destruido alrededor de 1837, durante la primera guerra carlista. Si bien existen otras ‘teorías’ que permiten asegurar que en 1853 aún estaba en pie.
¿Cómo se llegaba el referido puente? Los que accedían por la carretera de Lobones (también camino de Castilla), pasaban bajo el Arco de La Fuencisla, superaban, a la derecha, el vetusto puente de San Lázaro (6) sobre el Eresma; cruzando entre rocas llegaban al ‘camino de cabras’ que era lo que hoy conocemos como Camino Nuevo, por donde los carros y personas accedían al Piojo, que permitía evitar el Clamores.
Ya en el lado derecho del barranco, el camino se bifurcaba. Por un lado, se dirigía por unas fuertes rampas en zig zag a la puerta falsa de la fortaleza, situada en su proa; por el otro, ascendía por rampas también en zig zag, pero más largas y con menos pendiente, pasando junto a la fuente del Piojo y rodeando el saliente donde ahora se encuentra la casa de la Química, hasta la puerta del Obispo. Ya intramuros, el camino ascendía hasta la plaza del Álamo (ahora Reina Victoria), donde también se ubicaba el ‘complejo episcopal’ y la Catedral.
Prácticamente, al final ya del recorrido, se encuentra un pequeño puente, casi tapado por enredaderas. Por debajo pasaban —pasan—, las aguas provenientes del ‘lagrimeo’ de las rocas de la Cuesta de los Hoyos, y las pequeñas fuentes del recorrido (El Piojo), que entran por su margen izquierda.
El paseo acaba con la imagen del Alcázar. A sus pies, justo bajo su proa, se encontró el Clamores con el Eresma al que ‘cedió’ sus aguas sin depurar a lo largo de siglos. No hay mejor final de recorrido que desde la pradera de San Marcos, atravesando el puente de madera, admirar el grandioso monumento.
(3) Tenería. Proceso que convierte las pieles de los animales en cuero. Las cuatro etapas del proceso de curtido: limpieza, curtido, recurtimiento y acabado. Proceso: ‘se ponían las pieles a remojar con las materias curtientes que se extraían de la corteza del roble’. Era una actividad sucia y maloliente, propensa a que los trabajadores, los conocidos como ‘corambreros’, sufrieran enfermedades profesionales. Esta industria llegó a tener hasta veinte tenerías y fábricas, distribuidas en la parte final de la corriente del Clamores.
(4) Lugar por donde pasaban los cortejos fúnebres de la aljama judía de Segovia ubicada en San Andrés, dando acceso a su Cementerio, del ahora Pinarillo.
(5) Mariano Sáez, describió en ‘Las Calles de Segovia’ (1906) el paraje: ‘la senda de una cuesta que baja desde la calle de San Valentín, al lado de la Puerta de San Andrés, al arroyo Clamores. Hay en esta pendiente, a la terminación del camino, una fuente mineral que brota de los peñascos, con agua muy apreciada, y denominada la Hontanilla, nombre derivado de fuente. El sitio es fuera de la muralla, por bajo de la casa del Sol, hoy Matadero público.
(6) Lugar donde se reunía en tertulia la ‘flor y nata’ de la intelectualidad, y otros menesteres, de la sociedad segoviana ‘bien pensante’.
