Por lo general, la historia del ajedrez suele ser algo cruel con los segundos puestos y dejarlos caer en el olvido, sin embargo, nuestra protagonista de hoy, Sonja Graf, es la excepción a esta regla.
En su juventud se mueve por los ambientes bohemios de Múnich, lo que sería el principal desencadenante para su formación ajedrecística e ideológica, pasando horas jugando partidas en los cafés, recibiendo clases del afamado jugador Siegbert Tarrasch, consigue la victoria contra el ilustre Rudolf Spielmann, considerado el último romántico del ajedrez.
Influenciada por la escritora francesa George Sand, Graf comienza a vestirse con ropa masculina, rompiendo con las costumbres de su época, es común verla en las fotografías ataviada de trajes, camisas y corbatas. Esta forma disruptiva le hizo ganarse la enemistad del Tercer Reich, hasta el punto en que Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda, intento impedir su participación en el Campeonato Mundial de 1939, donde acude bajo la protección de la FIDE y donde los organizadores argentinos le crean una bandera blanca con la palabra “LIBRE”.
Fue considerada por los especialistas de la época la mejor jugadora de ajedrez por detrás de Vera Menchik, a quien se enfrentó en repetidas ocasiones sin fortuna, quizás la vez que lo tuvo más cerca fue en el Campeonato Mundial Femenino de 1939 celebrado en Buenos Aires, teniendo a la campeona contra las cuerdas, hasta en tres oportunidades durante su enfrentamiento directo, y no siendo capaz de rematar en las complicaciones tácticas.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Sonja se queda de manera permanente en Argentina, donde lleva una vida social muy activa, hasta que conoce a su marido Vernon Stevenson, de profesión marino mercante, con quien se establece en Los Ángeles, frecuentando el Club de Ajedrez de Herman Steiner en Hollywood. Muere el 6 de marzo de 1965, después de una vida en la búsqueda de la igualdad de género en la elite del ajedrez.
