A sabiendas de que los meses de agosto y septiembre, concentran el mayor número de fiestas patronales de Castilla, el panorama que nos cerca, hace que los ciudadanos estemos cariacontecidos e impotentes ante lo que es una realidad. La inmensa mayoría de las programaciones festivas, han sido, por las razones que todos conocemos, suspendidas.
Cada uno en su lugar, en Cuéllar, conocido el arraigo con que los de la Villa y los de la Tierra celebran las de la Patrona, son especialmente añoradas: se nota en la población un malestar interiorizado que hace valorar sumamente lo que se pierde con la suspensión festiva; ahora mismo, ya estarían colocadas la mayor parte de las talanqueras, preludio inequívoco del producto estrella de las Fiestas, los ‘encierros’; ya estarían presentes los cinco carteles de la Feria Taurina, ya se conocerían los nombres de Corregidora y Pregonero, ya los vecinos estarían abasteciéndose de viandas, y estarían sucediendo tantos y tantos detalles que acompañan en esta cita anual; cómo no señalar que hay sectores económicos que se resienten y mucho.
No sirve de consuelo, pero también hay que recordar que las Fiestas de Cuéllar, a lo largo de siglos pasados, se han suspendido uno, dos y hasta tres años seguidos, siempre por causas tan penosas o más, como la que ahora padecemos.
