Y un día. La suspensión de los encierros de Cuéllar, por segundo año consecutivo, es una mala noticia desde un punto de vista económico y emocional, por todo lo que representa para cuellaranos y visitantes. La celebración de tres corridas genera más debate y ruido que cuidados paliativos.
Reconozcan conmigo que, en pleno epicentro de la pandemia, el año pasado, albergábamos la esperanza de que se celebraran las fiestas. Y este año seguramente éramos muchos más los que veíamos un horizonte totalmente posible para ello; quizá fruto de la confianza en la ciencia o de la providencia divina.
No estamos preparados para un proyecto humano a largo plazo y sí para una supervivencia instintiva inmediata, que nos lleva a vivir el momento presente
Lo cierto es que nuestro comportamiento social y numerosas decisiones erróneas, supongo que como en cualquier otro lugar de la geografía mundial, han ayudado en exceso a que no podamos celebrar esos días tan deseados con cierta normalidad. No es un reproche ni tampoco una excusa, pero somos Homo Sapiens, no tan Sapiens y si más ‘inmediatus’.
No estamos preparados para un proyecto humano a largo plazo y sí para una supervivencia instintiva inmediata, que nos lleva a vivir el momento presente. Solo así se entiende que, una vez gozamos de un mínimo espacio de libertad, dejemos de mirar hacia el futuro más próximo. Olvidamos, con frecuencia, que la naturaleza va por delante de nosotros.
