Es pariente de la reina, fue a la escuela más exclusiva de Gran Bretaña y se casó con una aristócrata, sin embargo, el candidato a primer ministro David Cameron ha evitado en buena parte una guerra de clases durante su campaña electoral de las generales del 6 de mayo.
Los miembros del gobernante Partido Laborista, a la zaga de los conservadores en los sondeos, se han dado el gusto de atacar a la gente bien, apuntando al privilegiado pasado y riqueza de Cameron y, por extensión, poniendo en duda su capacidad de hablar en nombre del electorado.
Los genealogistas han establecido que el aspirante tory, de 43 años, es el primo quinto de la reina Isabel II y que su esposa Samantha es descendiente de una dama de la realeza.
El titular de Negocios, Peter Mandelson, acusó a Cameron de «menospreciar las regiones desde su lugar acomodado» y el primer ministro Gordon Brown, hijo de un clérigo escocés, se ha estado esforzando por subrayar sus comienzos más humildes.
«Provengo de una familia de clase media común en una ciudad común», declaró Brown al iniciar la carrera electoral este mes.
Pero los laboristas han rehuido el ataque directo contra el pasado privilegiado de Cameron, ante el temor de alienar a un público que, según los analistas, está menos preocupado por la cuestión de clase que lo que muchos asumirían.
Los límites tradicionales entre formas de vida bajas, medias y altas se han desdibujado en las últimas décadas, según manifiesta el comentarista y presentador Peter York. «Las cosas matizadas y tribales de las diferencias entre clases en Gran Bretaña ya no son centrales. Se trata más de las fantásticas diferencias financieras entre ricos y pobres», explica.
Fue Margaret Thatcher, la primera ministra conservadora entre 1979 y 1990 e hija de una almacenera, quien defendió la propiedad privada y la riqueza como modo de romper las barreras sociales.
«Algunas personas son muy dogmáticas al verlo como un modo anticuado de pensar y compran lo que dice Cameron respecto a que lo que cuenta es lo que quieres hacer», afirma Andrew Cooper, co fundador del grupo de investigación Populus.
«Pero más que eso, la gente piensa que todos los políticos fueron a colegios de la clase alta y el candidato conservador solo fue a una escuela particularmente elitista, y por esto no lo ven como un punto significativo de diferenciación», agrega.
Cooper también señala que la última vez que el Laborismo jugó la carta de la clase durante las elecciones regionales de Crewe en 2008 la treta fracasó espectacularmente cuando el aspirante conservador Edward Timpson derrocó a la gran mayoría progresista.
Timpson fue descrito por sus oponentes como un toff (una persona bien), una expresión despectiva usada para referirse a un aristócrata.
Cameron también se lleva algo de crédito por minimizar su riqueza y su origen, sin negarlo del todo, matizan los expertos. «Él ha hecho todo por distraer la atención sobre su pasado y suavizarlo, de tener opiniones compasivas de las minorías a ser ecológico», comenta York.
ESTRATEGIA SOCIAL. El mensaje del líder tory durante el período previo a las elecciones del 6 de mayo ha incluido el apoyo por «los más ignorados» de la sociedad, ya se trate de «jóvenes, viejos, ricos, pobres, negros, blancos, homosexuales o heterosexuales».
Y el ex ejecutivo de relaciones públicas de voz suave también ha tratado directamente el tema de su educación. «Simplemente no creo que porque hayas ido a un colegio en particular no puedas comprender a otras personas o trabajar para ellas», sostuvo Cameron en una entrevista.
La escuela Eton, una institución de 570 años de antigüedad para varones a la que el conservador asistió y donde los alumnos visten frac para ir a clase, en efecto ha producido 18 primeros ministros británicos, así que si él se convirtiese en el decimonoveno no sería nada nuevo.
A su lado en un debate televisado la semana pasada no solo estaba Gordon Brown sino además Nick Clegg, líder del tercer partido mayoritario, el Liberal Demócrata, quien también fue a un renombrado centro privado, Westminster, y a la Universidad de Cambridge.
Pero no todo el mundo parece estar convencido con las afirmaciones de Cameron.
Alex Derber, un ex alumno de Eton que escribe en diario The Guardian, aseveró: «Sin duda es el abismo entre el pasado de Cameron y la mayoría lo que hace que sus reiteradas afirmaciones sobre empatía sean tan irritantes. En última instancia, el conservador tiene menos en común con la mayoría de las personas que lo que ellas tienen entre sí».
