Hacia los siete años leía Juan de Contreras (1893-1978) sus primeros versos. Terminaba el siglo. Poco después llegaron sus primeras composiciones. Las hizo a una niña enlutada y guapísima, Pilar, que frecuentaba la huerta de su casa —en la entonces plaza de San Pablo— para jugar con su hermana Angelina. Su atrevimiento lírico tuvo el castigo de una general rechifla, pero no mermó un ápice la vocación versificadora de quien con los años sería marqués de Lozoya.
Me atrevo a decir que toda la obra de Lozoya, sea el género que sea, está impregnada de un sesgo poético que recuerda su primera vocación, hoy oculta tras su inmensa obra de historiador. Durante décadas he vivido a un tiro de piedra, en Zaragoza, de la casa de Juan Moneva y Pujol. El ilustre catedrático de Derecho consideraba a Juan de Contreras el primer poeta de su tiempo. No lo digo yo, lo recuerda Camón Aznar, discípulo de Moneva. Y este es argumento de autoridad.
Contreras frecuentaba en sus años mozos lo que él llamó el bando de los poetas. Pulularon por diversos sitios de Segovia, aunque su lugar habitual de encuentro era el Café de la Unión. Allí comandaba la panda Juan José Llovet, de edad parecida a la de Lozoya. También acudían Mariano Quintanilla y Julián M. Otero. Hablo de la segunda década del siglo XX. 1912-1915. Llovet y Lozoya publicaron sus primeros versos en la Página Literaria de El Adelantado de Segovia, que entonces dirigía José Rodao. Jóvenes eran, como también lo fueron Dionisio Ridruejo y Alfredo Marquerie —este casi un niño— cuando se iniciaron en el periódico decano.
En 1921, hace ahora un siglo, Juan de Contreras ganó el premio Fastenrath que concedía la Real Academia Española al mejor libro de poesía del año. En este caso del año 1920. Antes que él lo habían ganado dos colaboradores de El Adelantado: Blanco Belmonte y Enrique de Mesa. Dos mil pesetas le correspondieron, que para entonces no estaba nada mal. El libro premiado fue Poemas castellanos, que ilustra esta crónica. La portada ya marca estilo. Aparece el escudo de la familia y la grafía es la de los antiguos vítores. Lleva el contratítulo de Impresiones de paisajes y de lecturas. Y a eso responde el contenido. Poemas históricos. Poemas descriptivos. De paisajes y de paisanajes. Luce Lozoya una versificación fácil. La métrica es la tradicional en la lírica del marqués: romances octosílabos, endecasílabos asonantados, sonetos… Me gusta cuando Juan de Contreras se atreve con la creación de metáforas (Desbocado/ Galope de las horas) o de imágenes (Se quiebra con mil luces el naciente/ En las finas agujas de los hielos) (Donde tiemblan de frío los luceros). Los jóvenes de entonces bebían en las fuentes del modernismo o de la lírica del pasado, alentados por el espíritu noventaiochista. Renacía el pasado español y sus glorias, lugares recónditos en donde guarecerse de las penas patrias que traía el presente. Y se andorreaban las tierras ásperas pero hermosas de Castilla.
Soy de la opinión —posiblemente equivocada— de que Juan de Contreras dejó de publicar poesía cuando oteó por dónde soplaban los vientos líricos y concluyó que aquellas nuevas corrientes no casaban mucho con su estilo. Pero mientras tanto dejó una nutrida producción poética. Y, como decía, seguro que la poesía no le abandonó jamás.
Ficha técnica
Poemas castellanos.
Juan de Contreras.
Mauro Lozano. Sucesor de Antonio Martín.
Segovia, 1920.
