El desfile de gigantes y cabezudos vivió su versión más descafeinada, pero también más emocional. “Hacemos la entradilla por los que se nos han ido”, explicaban los músicos, resguardados en la sombra de la Alhóndiga a la espera de que los verdaderos protagonistas hicieran su aparición. El Ayuntamiento de Segovia no anunció el evento para evitar aglomeraciones y su breve desfile sirvió de anticipo para la nueva normalidad. Pese a la excepcionalidad sanitaria que ha impedido las fiestas de San Juan y San Pedro, alcalde y alcaldesa bailaron en la Plaza Mayor. Tradiciones que vencen pandemias.
Los nueve cabezudos fueron los primeros en hacer su aparición. El agente de la Policía Local dejó claras las instrucciones al de la careta de ébano: “Donde pare yo, pues ahí paras tú”. Cuando hicieron su aparición los gigantes, que se hicieron de rogar, llegaron los vivas a San Pedro y la entradilla. Apenas había una veintena de personas escuchando el sonido de las dulzainas. Cuando paró la música, el gigante indio, el más marchoso, pidió más: “Pi, pi, ri, pi, pi”. Como la fiesta es contagiosa, los músicos atendieron la petición.
Empezó la marcha, a ritmo alegre y en silencio, porque no hubo pasacalles para evitar aglomeraciones. La ausencia de música daba un tono sobrecogedor al desfile, especialmente desde La Alhóndiga hasta la Calle Real. Los niños convirtieron lo que por momentos parecía una marcha fúnebre en un motivo de celebración. El entorno solemne se rompió con tímidos aplausos. Y los niños, sin filtro, intercambiaban júbilo y llantos.
Para entonces, los músicos estaban ya camino de la Plaza Mayor. Una vez que se puso en marcha la comparsa, debatieron su ruta: “¿Atajamos?” Lo hicieron, por las escaleras. Lo nunca visto, porque en 2019 el pasacalles llegaba hasta el Acueducto, con un sinfín de fotos, hasta agotar la batería de los móviles. Solo ante los pilares del Acueducto los gigantes se sienten pequeños. No en esta ocasión.
Aunque no hubo comparsa, muchos segovianos acompañaron a los 16 enmascarados en su pequeña ruta, que duró menos de 15 minutos. “No se me crucen, señores”, pedía uno de ellos. No hubo incidentes. Afortunadamente el civismo de los segovianos fue mayor que el de alguna aficionada del Tour de Francia. En cualquier caso, la presencia del guía ayudaba: “Cuidado con las mesas”. Superadas las primeras terrazas, tomaron aire en la plaza del Corpus: “Vamos a estar un poco aquí”.
Cuando retomaron la marcha, algún pequeño echó a correr. “¡Ay, que vienen!” Pasó al lado de una mujer que contemplaba tranquilamente la escena en su silla de ruedas. De repente, volvió a sonar la música y toda la escena recuperó la vitalidad perdida. Aunque la distancia es imperativa, el trote bailarín da suficiente alegría. A veces, mover un poco las caderas es suficiente.
El toque canalla de los cabezudos también estuvo presente, aunque el formato impidiera perseguir a los niños con la escoba. Así las cosas, se persiguieron entre ellos y el centenar de personas que esperaba su llegada a la Plaza Mayor asistió a algún escobazo que otro. La escena pilló por sorpresa a una pareja de turistas que cruzaba por medio sin saber qué eran esas figuras de más de tres metros que llegaban en estampida. Pasado el susto, siguieron contemplando la Catedral.

Una vez en el destino, hicieron la parada obligada junto al quiosco mientras la alcaldesa esperaba el baile de rigor en la puerta del Ayuntamiento. La regidora se lamentaba ante los protagonistas del desfile por “un San Pedro así”. Bailaron los dos gigantes y el público vitoreó la escena de una fiesta descafeinada. Sin himno. Sin tajada de San Andrés. Sin fuegos artificiales. Pero con gigantes y cabezudos. En tiempos de escasez, el pan duro es un manjar.
Clara Luquero: “Me comprometo a que el año que viene nos resarciremos”
La alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, defendió la decisión de cancelar los festejos. “A pesar de que la evolución de la pandemia y que los procesos de vacunación nos permiten ya cierto optimismo, el Ayuntamiento de Segovia ha optado por ser muy cauteloso y prudente”. Con el objetivo de evitar grandes conciertos o verbenas -que movilizan entre 5.000 y 7000 personas- hubo espacio para gigantes y cabezudos. “Lo hemos hecho sin anunciarlo. Se lo han encontrado los segovianos que se movían por aquí a estar horas porque queremos evitar concentraciones de público”. Agradeció las escenas responsables. “Si no podemos mantener la distancia de seguridad, lo mejor es seguir manteniendo la mascarilla en los espacios públicos”.
La regidora prometió unas fiestas mejores en 2022: “El año que viene habrá que resarcirse y compensar a los segovianos por estos tiempos duros. El próximo año tendremos unas fiestas en toda regla y yo me comprometo con los segovianos a que van a disfrutar de lo lindo”. Los fuegos artificiales tampoco fueron posibles. “Es el festejo que más ciudadanos convoca junto a la cabalgata. Era una irresponsabilidad haberlos planteado. Lo pensamos todo, porque da mucha pena. Preferimos quedarnos cortos y no arriesgar porque las consecuencias son las pérdida de salud y de vidas”. Para San Frutos, a finales de octubre, se espera un panorama mejor. “Si todo va bien, nos permitiremos alguna alegría, pero es una fiesta más modesta. Sí que haremos algo”.
