El Adelantado de Segovia
jueves, 25 diciembre 2025
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Sociedad
  • Actualidad
  • EN
El Adelantado de Segovia

Falsificar universidades

por Julio Montero
9 de junio de 2021
JULIO MONTERO 1
Compartir en FacebookCompartir en XCompartir en WhatsApp

El gasto en pensiones en España

La causa americana bis

Las navidades y la Navidad

En cuarenta años los profesores de universidad hemos pasado de ser (aunque no solo) quienes seleccionábamos a las élites sociales mediante un simple sistema de aprobados y suspensos; a animadores que ‘premiamos’ con aprobados casi generales el esfuerzo, inexistente casi siempre (y que se da por hecho prueba alguna), de matriculados a los que ni conocemos. Se sale de la regla algún ‘rebelde’ que ni siquiera acude a examinarse.

La universidad de ayer y la de hoy, aunque se llamen igual, son dos instituciones absolutamente distintas. La vieja era una institución de nombres concretos, de personas reales: de profesores desde luego, pero también, y mucho, de estudiantes. Había profesores sabios, cínicos, prudentes, maltratadores, delicados y respetuosos… En fin: había de todo. La diferencia no es que fueran mejores o peores que los actuales, sino que tenían nombre y apellidos… y también historia. Ocurría lo mismo con los estudiantes para sus profesores: se les conocía, con sus ilusiones, sus esperanzas, sus posibilidades, sus rasgos geniales y sus agujeros negros.

Recuerdo aún una lista en la desaparecida Escuela de Aparejadores de Madrid, en el tablón de anuncios donde los estudiantes habían escrito (y todos respetaban) la relación de compañeros que a lo largo de los años habían logrado superar todas las asignaturas en junio: era muy breve, pero eran los héroes del estudiantado. ¿Y quién no conocía a los más viejos de la tuna de su facultad? Sabían más que el decano de aquella institución. En fin: una universidad ni mucho mejor ni mucho peor que la actual, pero de personas reales.

No era infrecuente que algunos estudiantes acudieran a las clases de profesores que no les correspondía, pero que “eran muy buenos”. Tampoco que los profesores arrojaran el ‘anzuelo’ a los mejores para que se quedaran como profesores en la facultad. Personalmente no echo de menos esa universidad. No. Pero sí es clave distinguir qué es una universidad y qué no hace falta que sea una universidad para cumplir muy bien sus fines y salgamos del lío actual y del mayor que aún nos espera.

Una universidad debe primero formar profesionales de nivel alto. Si esto no se asegura no hay que permitir que se abra. Y si no lo consigue en un plazo breve hay que cerrarla. Y eso sea estatal, de negocio o de ideario. En fin, lo mínimo para ser universidad es ser capaz de actuar, y cumplirlo efectivamente, como un centro de formación para profesionales de áreas diversas requieren habilidades intelectuales para organizar el trabajo, presentar informes claros, favorecer el trabajo en equipo… Y de vez en cuando sacar a alguien muy inteligente. En función de la profesión a que se aspire los estudios serán más o menos amplios en tiempo, aunque todo debieran ser igualmente exigentes.

Después, la universidad, si quiere ser motor del conocimiento en la sociedad, debe realizar una tarea investigadora relevante en dos sentidos. Primero en sus resultados y luego en su capacidad para formar nuevos investigadores. Y de los primeros una parte relevante debiera ayudar mediante la transferencia y divulgación a la sociedad en términos globales, nacionales, regionales o locales.

Y todo esto no se puede conseguir sin una adecuada organización y gestión de los recursos humanos y materiales. Podrían ser profesores los gestores, pero no es necesario: basta con que sea alguien capaz de entender qué fines tiene la universidad y ajustarlos a las necesidades del entorno: en la formación en nuevas profesiones o en la adaptación de las clásicas a las nuevas circunstancias; en los temas de investigación con mayor futuro y relevancia en los diversos entornos en los que se esperan resultados, etc.

En medio de este escenario caben tipos muy diversos de universidades. Metidos en esta harina, una institución universitaria será buena o mala en la medida en que cumpla los objetivos que declare como propios. No es necesario un profesorado de nivel sideral en investigación para formar buenos profesionales. Pero hay que decir a esos profesores que se les ha contratado para enseñar a sus estudiantes elementos que les ayuden eficazmente a trabajar en unas profesiones que tiene unas exigencias básicas altas. Los norteamericanos han resuelto esta necesidad con el College de cada universidad para los niveles básicos y con los másteres o escuelas específicas (medicina, derecho, dirección de empresas entre otras) para la formación especializada o de alto nivel.

Que la universidad sea lo que el ministerio dice que sea y que el ministerio asegure a la ciudadanía que lo es

En España es el ministerio quien dice qué deba ser una universidad y a la vista de lo que es capaz la libertad de mercado en este sector (como demuestran la experiencia iberoamericana y algunas europeas) me parece la mejor solución. Y ha optado por incluir los dos aspectos: la formación para el ejercicio profesional y la investigación. Ya solo queda dar un nombre a la primera modalidad de instituciones (las que forman profesionalmente nada más).

Otra cosa es como se aplican las directrices y cómo no se interviene para atajar males. Con respecto a lo primero contaré una anécdota: un evaluador de titulaciones de la ANECA, defendía con ardor que era imposible adquirir las competencias de una materia sin la presencia de los estudiantes en clase. En realidad lo que decía, sin mencionarlo, es que no quería aprobar una titulación online. Otro, de la misma comisión, le recordó: “Impartes esa asignatura en tu universidad y de los 150 matriculados no te acuden a clase ni el diez por ciento … y te aprueban milagrosamente casi todos por haber adquirido esas competencias que no pueden lograrse online ¡Qué fuerza la de la enseñanza presencial!¡Basta con mencionarla y actúa!” A saber a qué se habrá dedicado con la pandemia.

Y otra consideración en sentido contrario, pero necesaria: ¿cuántas universidades se han cerrado por incumplimiento de graves compromisos en sus certificaciones universitarias? Ninguna. ¿Cuántas sanciones se han impuesto al menos por faltas leves? Ninguna. ¿De que nos sirve una legislación exigente si no se exige su cumplimiento? Al parecer es para no causar perjuicios a terceros inocentes… ¿A qué terceros inocentes nos referimos? ¿A los que pagan por obtener una titulación que certifica algo falso? Para eso sería mejor establecer un mercado de títulos, como el de la plaza de Santo Domingo en la ciudad de México: allí te imprimen uno de cualquier universidad del mundo casi sobre la marcha.

En fin: aclaremos las cosas. Que la universidad sea lo que el ministerio dice que sea y que el ministerio asegure a la ciudadanía que lo es.


(*) Catedrático de Universidad.

Compartir en Facebook122Compartir en X76Compartir en WhatsApp
El Adelantado de Segovia

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

  • Publicidad
  • Política de cookies
  • Política de privacidad
  • KIOSKOyMÁS
  • Guía de empresas

No Result
View All Result
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Sociedad
  • Actualidad
  • EN

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda