El hecho La compra del antiguo convento de San Francisco, para la instalación del ansiado auditorio municipal, constituye el primer paso con el que cumplir las expectativas, yo diría, de un buen número de vecinos y la totalidad de los colectivos cuellaranos. Quizás, nunca hubo tanta unanimidad en un proyecto municipal para el disfrute de todos, expresión maximalista que no implica el uso obligatorio, sino la posibilidad de hacerlo, con el respeto a las preferencias en cada momento, de cada uno. Y digo esto porque son días en los que, como llueven toros, nacen progres culturetas como adalides del teatro, el cine, la literatura… como única cultura, en contra de esa plebe, a la que pertenezco, que aplaudimos la inversión municipal en festejos de toros. La taquilla ha vendido mil doscientas entradas en un fin de semana, ¿reflejo de lo minoritarios que resultan estos espectáculos? ¡Ja! Ya quisieran otros muchos, incluso los gratuitos, tener esta capacidad de respuesta.
Del lado de las explicaciones, sería fácil apelar a nuestra obligación de devolver al toro parte de lo que, en todos estos siglos, nos ha regalado como pueblo, pero estoy convencido de que la cultura no se hereda, se conquista (Malraux). Por eso, la pataleta del progre intenta insultar nuestra barbarie, ¡bendita sea!
