En 1935, el jesuita y arabista español, Félix Pareja Casañas, tradujo un manuscrito nº 7515 (Rich) conservado en el Museo Británico conocido como “El Libro del Ajedrez, de sus problemas y sutilezas” de un autor árabe desconocido. Este texto presenta la siguiente definición: “El ajedrez es imagen de una batalla: los dos jefes supremos están representados por los reyes, defendidos a derecha e izquierda por las torres, con un consejero, que es el jefe de los bravos, más el elefante, que representa el que manda la retaguardia; el caballo, que está en lugar del comandante de la caballería, y el peón, que es como la infantería en la vanguardia del combate”.
Esta idea aparece recogida en muchos textos árabes y fue trascrita en el códice de Alfonso X, siendo estos manuscritos arábigos, probablemente, predecesores de la obra del rey sabio.
El Libro del Ajedrez, además de relatarnos intensamente los periodos del juego desde su creación, pasando por las leyendas y cuentos, presenta un compendio de las virtudes del ajedrez diferenciando las fases del mismo, clasificación de niveles de jugadores e, incluso, muchos problemas de táctica avanzada, algo muy inusual para la época, al menos desde el punto de vista occidental.
Habitualmente, se suele considerar al “Libro del Ajedrez, dados y tablas” de Alfonso X el Sabio, el precursor de los manuales de ajedrez tal y como los conocemos hoy en día, que fue compuesto en 1283. Pese a esta creencia popular, “EL Libro del Ajedrez, de sus problemas y sutilezas” se terminó de escribir el 1 de julio de 1257, si bien no conocemos ni la autoría ni el lugar donde fue escrito, si la datación concreta, lo cual nos hace llegar a la conclusión de que el texto alfonsino posiblemente estuvo influenciado por el manual arábigo que según algunas fuentes procedería de Persia. Eso sí, con la belleza de las miniaturas alfonsinas no puede competir.
