Suele ocurrir que quienes están lejos de la vida de la Iglesia creen que está formada verticalmente. Piensan que en la cúspide esta el obispo como si fuera el gobernante de la provincia, después vienen los párrocos a quienes igualan al alcalde del pueblo y después los parroquianos. Suelen hacer coincidir ciudadanos con parroquianos.
Nada más lejos de la realidad: quien vive y participa dentro de una parroquia puede darse cuenta que en ella participan muchas personas en distintos oficios con su plena autonomía, aunque coordinados: unos son catequistas, otros educadores, hay quienes se preocupan de la liturgia, los hay que dirigen los cursos de novios; algunos se dedican a visitar enfermos y otros a la labor de la caridad, hay cofrades activos y pasivos. Todos participan para dar y recibir.
En este complejo comunitario actúan los catequistas o aquellos que quieren dar testimonio a través de la formación de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Tienen sus reuniones mensuales, se preparan y rezan en común. Todo ello, eso sí, bajo la coordinación del párroco que preside o sirve en la comunidad.
Los hoteles y fotógrafos, el comercio y el turismo, han llorado durante la época de pandemia al no poder beneficiarse económicamente de las primeras comuniones, bodas y bautizos. Pero los catequistas han estado al pie del cañón de forma gratuita, inventando nuevas formas de evangelización y de cercanía a los niños que han hecho la primera comunión y a los novios que han contraído matrimonio.
La tarea e institución del catequista es muy antigua, dice el Papa Francisco, en una de sus últimas cartas. La catequesis se encuentra en los orígenes del cristianismo. ¿Por qué es importante el oficio del catequista? son como instrumentos que tiene la Iglesia para cumplir con su razón de ser, es decir, evangelizar; ya que sin el horizonte de la catequesis no hay evangelización. Contribuyen en la formación de una comunidad cristiana más fuerte, ya que los catequistas son evangelizados cuando están evangelizando.
Los seglares saben muy bien que a través de la catequesis participan de una de las tareas más importantes de la Iglesia universal. Con su testimonio ayudan a poner las bases de la Iglesia del futuro que está en nuestras manos.
Por esto, dice el papa, “la Iglesia ha querido reconocer este servicio como una expresión concreta del carisma personal que ha favorecido grandemente el ejercicio de su misión evangelizadora”. El catequista, juntamente con otros carismas y ministerios de la Iglesia, forman el entramado comunitario de la misma y de la parroquia donde nadie es más que nadie ya que todos están presidimos por el Señor.
El catequista forma parte de los laicos que ejercen su compromiso en el mundo: “No se puede olvidar a los innumerables laicos y laicas que han participado directamente en la difusión del Evangelio a través de la enseñanza catequística”.
La larga lista de beatos, santos y mártires catequistas ha marcado la misión de la Iglesia
También en nuestros días, muchos catequistas capaces y constantes están al frente de comunidades y desempeñan una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe. La larga lista de beatos, santos y mártires catequistas ha marcado la misión de la Iglesia, que merece ser conocida porque constituye una fuente fecunda no sólo para la catequesis, sino para toda la historia de la espiritualidad cristiana.
El catequista, al preparar su catequesis y en su testimonio, se deja llevar del Espíritu de Dios: “El Espíritu llama también hoy a hombres y mujeres para que salgan al encuentro de todos los que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana”. Bienvenido este itinerario catequético que enrique la vida de las parroquias y favorece la transformación de la sociedad con valores cristianos.
No se puede negar, por tanto, que ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. De ello se deduce que recibir un ministerio laical como el de Catequista da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización.
(*) Catedrático emérito.
