“¿Me explicas cómo hacer una felación a metro y medio de distancia y con mascarilla?”. El sector asociativo que reivindica los derechos de las prostitutas define a uno de los colectivos más afectados por la pandemia. De hecho, hay ONG que llevan meses trabajando en las principales ciudades en busca de fondos u organizando recogidas de alimentos para paliar la difícil situación que viven sus trabajadoras. La pulcritud sanitaria de la era Covid y las restricciones horarias que, en esencia, han eliminado durante meses la noche, el horario principal del sector, han añadido vulnerabilidad a unas mujeres que viven por definición en ella.
Los anuncios particulares a través de todo tipo de páginas web proliferan. Como el mensaje más reciente aparece en primer lugar, es habitual que muchos anuncios salgan repetidos o que el mismo contacto se publicite de formas distintas. Uno de estos contactos, que aparece en su anuncio más reciente con el cartel de ‘Megacachonda’, resume su rutina en estos meses de pandemia. “Respetamos el toque de queda, en casa nos cuidamos lo que podemos, cogemos control de temperatura, hacemos limpieza cada vez que viene alguien… Poco más se puede hacer”.
Esta mujer critica como hipócrita una suerte de doble rasero que afecta al sector. “Una relación no se hace con mascarilla, pero esto es una gilipollez que dice la gente. Porque tú te sientas en una terraza, te quitas la mascarilla y tienes alguien en una mesa a 40 centímetros”. De la misma forma explica el condicionamiento que ha supuesto el toque de queda. “No se puede trabajar por la noche y, evidentemente, esto nos afecta porque la gente tiene menos dinero. Y pasa lo que pasa en todas las economías del mundo mundial: cuando el dinero no corre, nos jorobamos todos”.
A la hora de comparar su negocio con el que tenía antes de la pandemia, habla de unos ingresos que han caído “mínimo la mitad”. También ilustra un cambio de costumbres. “Los fines de semana y las noches es cuando más trabajas y cuando la gente se gasta más dinero porque estás de fiesta. Y las noches han estado cerradas”. Una circunstancia que sitúa a las prostitutas como un agente más del ocio nocturno. “Tanto yo como el pub de la esquina te vamos a contar lo mismo”.
“Me arriesgo en todos los sentidos, no solo por el virus. Tú no sabes si el hombre que viene está enfermo, es un ladrón o es un loco que viene a matarte”
Una mujer latina – se anuncia como chica independiente- lleva apenas una semana en Segovia y cuenta cómo los geles hidroalcohólicos y las mascarillas han cambiado su rutina. Y la drástica caída de clientes. “Tengo diez clientes a la semana. Antes de la pandemia, en un día te podías hacer seis, siete u ocho”. Y se ha habituado a una rutina diaria, pues los clientes no pasan la noche. “Si no se puede, qué vamos a hacer por la noche… Pues a dormir, a ver”. Pese a los riesgos sanitarios propios de la profesión, tratan de limitar la exposición. “Desinfectar, anitbacterial, lavarse las manos… todo lo que podamos echar”. De tal forma que aunque la trabajadora prescinda de la mascarilla durante la felación, el cliente mantiene la prenda. “Es algo que compartimos las dos partes. Los hombres también tienen cuidado”. Ella es plenamente consciente de la situación. “¿Qué garantía vamos a tener?”.
A menos ingresos, la vida se complica. “Me tengo que apañar porque no hago otra cosa. No vendo nada, no robo… Si antes compraba cinco limones, pues ahora compro dos”. Con todo, no se plantea dejarlo. “¿Dónde hay trabajo si todo está cerrado? Es que no hay nada”. Por eso pide una mayor estabilidad normativa en su trabajo. “Una seguridad social, que uno pudiera cotizar y el día de mañana pudiera cobrar una pensión”. Con todo, agradece que en España la consideración de la prostitución sea “algo más liberal” . “Obviamente desde fuera no está bien visto. El que no se dedica a ello no lo puede entender”.
Por eso ella, de 29 años, responde sin rodeos a la pregunta nuclear: ¿por qué se dedica a esto? “Porque no hay trabajo, necesito dinero y de alguna manera tengo que sobrevivir, ¿no?”. Asume que se está jugando la vida. “Es una irresponsabilidad y soy consciente. Pero me juego la vida en todos los sentidos, no solo en el Covid. Porque tú no sabes si el hombre que viene está enfermo, es un ladrón o es un loco que viene a matarte”.
También subraya la prudencia generalizada en su cartera de clientes. “También te digo que hay muchos que con el Covid no han follado. O no vienen o llegan, se asustan y se van”. El vencimiento del estado de alarma abre una ventana a su vieja normalidad. “Imagino que hoy se podrá trabajar de noche, ¿no?”.
