Dicen que la primera víctima de una guerra es la verdad. Por fortuna, en Egipto no se ha llegado a ese estado, pero los comunicadores de la misma sufren en sus carnes las iras de los partidarios de Mubarak con la connivencia de las autoridades -se habla de 75 informadores atacados-. Así, los rumores y los desmentidos volvieron ayer a ser protagonistas, si bien parece que la cúpula del partido gobernante se ha renovado por completo, algo que a la mayoría de la población no satisface lo suficiente. Incluso la televisión Al Arabiya difundió el bulo de que el mismísimo presidente había dejado el liderazgo del PND. Horas más tarde, tuvo que retractarse, como el día anterior hizo un rotativo austríaco que publicó que El Baradei no quería presentarse a las próximas elecciones.
Lo que parece claro es que el rais apartó de la dirección del grupo político a su hijo Gamal, quien a todas luces era visto como su sucesor. Así, el mando recayó sobre el senador Hosam Badrawi -hace años líder de la corriente reformista interna-, que a partir de ahora asumirá una bicefalia clave dentro de esta formación, al ostentar también la secretaría general, en sustitución de Safuat el Sharif.
Esta ofensiva del hombre sabio -según Berlusconi- entronca con el empeño en demostrar que el país ha entrado de nuevo en la senda de la normalidad, ánimo que también se persiguió en una distendida rueda de prensa del primer ministro, Ahmed Shafiq, con la plana mayor del equipo económico.
«Debemos ser optimistas. Las instituciones del Estado recuperan la calma y la situación es ahora mejor», aseguró el dirigente tras reunirse con Mubarak, cuatro ministros encargados de asuntos financieros y el jefe del Banco Central, Faruq Oqda. Así, anunciaron que las entidades de crédito abrirán sus puertas hoy, que la Bolsa posiblemente lo haga a lo largo de la semana -no antes del martes-, que muchas fábricas están a pleno rendimiento desde ayer, y lo más importante, que el suministro de productos de primera necesidad está más que garantizado.
Pese a estos avances, el pueblo solo desea que el rais se marche, y el Ejército, sobre el que reside la clave de que no haya habido hasta ahora un auténtico baño de sangre, comienza a cansarse. Así, el comandante del mando central, el general Hasan Al Rawini, se dirigió, megáfono en mano, a la multitud concentrada en la plaza Tahrir: «Tenéis todo el derecho del mundo a expresar vuestra opinión pero, por favor, salvad lo que queda de Egipto. Mirad a vuestro alrededor». En respuesta, la multitud respondió con nuevos gritos por la dimisión del presidente Hosni Mubarak, que obligaron al militar a abandonar el podio en el que estaba subido. «No seguiré hablando entre semejantes cánticos», indicó.
Mientras la incertidumbre y la confusión siguen campando a sus anchas -durante la jornada se publicó y luego se desmintió que habían intentado asesinar al vicepresidente Suleimán hace unos días-, EEUU parece haber rectificado ligeramente su postura y, según expresó el enviado especial de Obama para Egipto, Frank Wisner, el rais debe seguir en el cargo y liderar la transición.
