Ciudadanos ventiló el ambiente cerrado de Cataluña en 2017. Era necesario oír que la ciudadanía no se obtiene por donde se nace sino por donde se vive. El año antes firmó con el nuevo PSOE un programa para desbloquear la investidura. Necesario oír que para redistribuir riqueza primero hay que generarla. Rivera miraba la frase de Víctor Hugo “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”. Se extendió desigual por toda España como un partido liberal y socialdemócrata que llegó a liderar las encuestas de 2018. Era necesario oír que los derechos son de las personas y no de los territorios. Pero el PNV, esa empresa-nación, quitó su apoyo al PP propiciando la moción de censura. La razón oficial era Bárcenas, pero la B era impedir que los naranjas tocaran su “cuponazo”. Sánchez aprovechó e hizo un gobierno bonito diseñado para ganar elecciones.
Abril de 2019. Hace solo dos años. 180 diputados entre PSOE y Cs. La posibilidad de un gobierno socialista y liberal. Garicano mandando cuentas a Bruselas en vez de Iglesias mandando cuentos. Se quedó a menos de un punto del PP. La palabra ‘logro’ esconde un ‘ogro’ dentro. Rivera se revira. Cortó los hilos de sus creadores y decidió que, si no podía gobernar el país, gobernaría la derecha. Si no podía ser el mejor socio, sería el peor rival. Se instaló en la paradoja de no pactar con Sánchez porque éste iba a hacerlo con los nacionalistas. Tenía en su mano romper la profecía, pero en su cabeza solo escuchaba el “con Rivera no” de Ferraz. Perdió el centro en Colón. Perdió después el antinacionalismo alejándose de Cataluña y acercándose al nacionalismo español de Vox. En esa mala racha extravió también la regeneración apuntalando gobiernos llenos de trienios y sospechas. Descubrió que, en política, detrás de cada “nosotros” siempre se esconde un “no a los otros”. Y se volvió imprevisible, y por lo tanto innecesario. El regenerador renegado.
Hay una parte del PSOE nostálgica de lo que no pasó, que sueña presentarse a Europa y a 2022 con centralidad y sin pactos de mala fe. El tiempo perdido siempre se busca con prisas. Mientras Arrimadas se asomaba a las intrigas autonómicas para recuperar relevancia –cada Ciudadanos es un mundo- los madrileños liberales encontraron su ”no a los otros“ en Sánchez. Aunque Gabilondo intente recuperar la idea, me temo que los exCiudadanos estarán más cerca de votar PP, aunque vaya con Vox. Un liberal entiende todo menos los complejos y los impuestos.
La idea sigue allí, igual de poderosa, pero su tiempo en Madrid ya había pasado.
(*) Sociólogo.