Dice Dominica Contreras López de Ayala, marquesa de Lozoya, que cuando impartía clases en la Escuela de Magisterio y en la Universidad SEK (actual IE Universidad), se dio cuenta de que el monumento que mayor interés despertaba en el alumnado, el Acueducto de Segovia, era del que existía menos bibliografía. “Es la gran laguna de la Historia de Segovia”, afirma la historiadora. En vista de esa situación, ella decidió iniciar una investigación, en la que ha invertido tres años y medio de trabajo, y fruto de la cual es el libro “Misterio del Acueducto de Segovia. El problema de la datación”, que será presentado mañana, 26 de mayo, en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce (20,00 horas), en un acto en el que intervendrán Rosa María Sanz Serrano, catedrática de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, y Emilio Illarregui Gómez, profesor de IE Universidad.
Siguiendo una metodología científica, la marquesa de Lozoya se ha basado en cuatro pilares para redactar su trabajo: la epigrafía, la inscripción de la cartela —leída por Geza Alföldy en el año 1992—, las excavaciones arqueológicas y el estilo artístico del monumento. Y ahora, tras acabar el vasto estudio, la historiadora afirma que “todas las conclusiones van en la misma dirección”. Las piezas del puzle empiezan a encajar.
Si de algo se considera satisfecha Contreras es de haber logrado quitar lo que llama “el tapón cultural”, que impedía un conocimiento más preciso del Acueducto. En ese sentido, la marquesa de Lozoya llama especialmente la atención de una inscripción, ahora desaparecida, de la que da noticia Ambrosio de Morales en el siglo XVI y, a principios del siglo XIX, Isidoro Bosarte, que hace referencia a quien mandó edificar el monumento, Licinius Lartius.
De acuerdo con la historiadora, el hecho de que Andrés Gómez de Somorrostro considerara falsa esa inscripción indujo a error a los autores que, hasta la actualidad, le han seguido. Hasta que, ahora, el trabajo de la marquesa de Lozoya, presentando argumentos irrefutables, da credibilidad a esa inscripción, que durante un tiempo permaneció situada en la puerta de San Juan.
Para Contreras, la información que ofrece esa inscripción “concuerda” con la lectura de Alföldy de la inscripción de la cartela, y con los datos proporcionados por las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los últimos años en el entorno del Acueducto. Así, la marquesa de Lozoya concluye mostrando su convencimiento de que el símbolo de Segovia comenzó a construirse en tiempos de Vespasiano (emperador desde el año 69 al 79 después de Cristo) y fuera dedicado finalmente a Trajano (98 – 117 d.C.), “tras unos trabajos que debieron durar cerca de veinticinco años”, lo que corrobora la estimación de Frontino, quien afirmaba que las obras para poner en funcionamiento un acueducto rondaban el cuarto de siglo.
