Cuando Francisco Herrero empezó a competir con la bici de montaña era un recortador sobre ruedas. “No tenía nada de miedo. Fíjate lo que te impone un toro… Aquí me daba igual caerme. Por un lado era bueno porque me tiraba rápido por cualquier sitio, pero tuve lesiones porque no tenía respeto”. Este ciclista de Carbonero el Mayor encabeza ahora el ranking de maratón en bicicleta de montaña de España y ha ganado sus cuatro carreras este año.
Francisco, de 30 años aprendió a montar con su padre y los ruedines. Le costó, tuvo alguna caída. “Me hice una raja en la rodilla y me tuvo que llevar a casa en brazos un señor que pasaba por la calle”. Se convirtió en el típico niño que iba con la bici a cualquier sitio. Y su perro ‘Rocky’. Especialmente, a un circuito de motos del pueblo. “Tenía a mi padre negro de llevar la bici arreglar a Segovia. Le preguntaban: ¿pero tú hijo qué hace? Él respondía: que es un poco desgraciado”, sonríe. Aquellos arreglos valieron la pena.
La bici pasó a un segundo plano; la recuperó para poner en forma la rodilla de cara a los cortes. El cambio definitivo llegó por una suma de factores. Primero, la dificultad de reconocimiento. “El jurado es gente del pueblo y muchos días salías desilusionado de la plaza porque merecías más. En la bici, si demuestras lo que vales nadie te puede decir nada”. Después, el riesgo. Falleció su amigo Juan Carlos Otero, recortador en Navalmanzano. “Ahí ves las orejas al lobo y cómo queda la familia. Y después de esto, la mía lo pasaba cada vez peor”. Fue un año duro, con cogidas a su primo Dani, o a Javi Olmos, de Fuentepelayo. Y la muerte de Víctor Barrio.
Una nueva pasión
En esas, la bici representó una ilusión alternativa. Su primer recuerdo bonito fue ganar una marcha en su pueblo sin haber entrenado el mes anterior. “Pues se me va a dar bien esto”, se dijo. Todavía seguía cortando toros. Después ganó el circuito provincial de Segovia. “Eso me formó bastante como ciclista de montaña”. Después, buscó entrenador y se aplicó en otros factores como la alimentación.
Se marchó a Madrid en busca de más nivel. Tocó periodo de adaptación, pero en 2018 ya llegaron los podios. El año siguiente quedó ganó el Open de Castilla y León de maratón, su “primer título de verdad”. Fue decimosexto en el Campeonato de España. “Fue un puestazo, hay mucha gente profesional”. Y ‘ganó’ La Perico. “Me ha dado nombre, la gente que le gusta la carretera te lo reconoce”. El aprendizaje en montaña ayuda en carretera para tramos técnicos, de adoquín o de descenso. “Como hay muchos más peligros, curvas, piedras o arena suelta…”
Tiene una cuenta pendiente con el Europeo; en 2019 iba sexto y tuvo una avería. Rajó la cubierta trasera y metió una cámara, pero no hubo forma; le tocó bajar andando un puerto durante más de 40 minutos. “Fue un palo gordo. Mi cabeza está allí desde aquel día. Y eso lo arreglo sí o sí”. Por eso el Europeo del 26 de junio en Viella es su gran objetivo. ¿Se ve campeón de Europa? “Este año está siendo sorprendente para mí… Si trajera una medalla para mí sería algo muy grande. Sí me veo, la verdad”.
Su historia es la del deporte contra la despoblación. “Un día así da alegría al pueblo. Viene gente de fuera, los alojamientos, los restaurantes”. El trabaja en un negocio familiar de avicultura, su verdadero sustento. Pese a que va sumando patrocinadores, se deja más de 10.000 euros al año en su pasión. Sigue siendo un toro sobre la bici, pero ha aprendido. “Puedes tener las narices de tirarte deprisa, pero con control. Está siendo mi año de madurez”.
Más de 300 toros y ninguna cogida
Cuando Francisco Herrero acompañaba de pequeño a su padre a los concursos de cortes lo hacía con asombro. “Nunca pensé que pudiera ponerme delante de un toro. Yo veía a los recortadores como dioses. Decía, estos tíos… Vaya huevos tienen”. Empezó con capeas de amigos junto a Jorge Gómez, de Bercial, uno de los mejores recortadores de España. “Íbamos a una finca de Torrecaballeros a echarnos vacas y vacas”. En sus cuatro primeros concursos (Bernardos, Valsaín, Carbonero y Vallelado) fue finalista. Calcula que en ocho años se puso delante de más de 300 toros y puede presumir de no tener cogidas.
La clave del buen recortador es entender al animal. “Saber cómo te lo va a hacer. Si te va a meter la cara, si te va a apretar, en su manera de correr o de llegar al burladero, si va a ser más noble… También cuentan tus cualidades físicas y entender de terrenos”. Habla de una disciplina ajena al maltrato. “Estás tú solo contra el animal. El mismo estrés que tienes tú, lo tiene él. Y cuando termina la faena, se le mata como un animal de carne. A mí me gustan los toreros, el arte que tienen, pero cuando alguno no consigue matarlo y le da una puntilla tras otra… No me gustan esos extremos ni ver sufrir al animal. Lo respeto, pero yo no podría hacerlo”.

