Una vez dinamitadas las posibilidades de que los dos principales partidos mayoritarios consensúen un pacto de Estado contra la crisis, el PP pondrá hoy toda la carne en el asador parlamentario para demostrar a la opinión pública que son las políticas del Gobierno socialista las grandes culpables del paro y del astronómico déficit que arrastra España.
Aupado en el caballo de batalla de la subida del IVA, aprobada en su día por las Cortes en el ámbito de los Presupuestos para este año, la formación de Mariano Rajoy presenta en el Congreso una proposición no de ley, y, por tanto, más simbólica que práctica, en la que se insta al Ejecutivo a dar marcha atrás en la elevación de la tasa, que pasará del 16 al 18 por ciento a partir de julio.
Por más que la medida, tal y como reiteraron una vez más varios ministros, no tiene vuelta atrás, lo cierto es que una victoria de los conservadores en la Cámara Baja tendría un enorme valor político y dejaría a Zapatero sin argumentos para sostener una iniciativa que ha sido criticada por casi todos los agentes sociales y económicos.
No obstante, lo cierto es que la aritmética parlamentaria dificulta enormemente el éxito de los populares que, de antemano, solo tendrán el respaldo de CiU, puesto que la coalición catalana -en plena precampaña de las autonómicas- se ha opuesto reiteradamente al incremento fiscal. La duda radica ahora en conocer la postura de ERC y BNG, que podrían aliarse de manera coyuntural con el PP.
No obstante, lo cierto es que ni siquiera la unión de esas cuatro formaciones podría contrarrestar los votos presumiblemente negativos de PSOE, Coalición Canaria y el PNV -los insulares y los nacionalistas se alinearán con el Ejecutivo por coherencia, puesto que ambos votaron en su día a favor de los Presupuestos, que contenían la susodicha subida del IVA-. En suma, aunque los convergentes, los republicanos y el Bloque se alíen con los populares, sumarán 168 votos favorables, lejos aún de los 177 que cosecharían los socialistas, los canarios y los vascos.
Pese a todo, lo cierto es que tal reparto de fuerzas supondría un serio varapalo para la imagen del partido de Ferraz, que ayer buscaba casi a la desesperada convencer a las formaciones izquierdistas del Congreso -ERC, IU, ICV, BNG y Nafarroa Bai- para que, al menos con su abstención, permitan que la derrota del principal partido de la oposición sea más rotunda.
De paso, un pronunciamiento muy mayoritario en favor del aumento fiscal también desarbolaría en gran medida la rebelión iniciada en Madrid por la baronesa conservadora, Esperanza Aguirre.
El argumento del partido de Zapatero consiste en apelar a la ideología, puesto que los partidos de izquierdas no comparten a priori ningún postulado económico del PP.
En todo caso, en buen provecho de su inédita situación de fuerza, los minoritarios exigen algo más que discursos y, como explicaba ayer el líder de IU, Gaspar Llamazares, -que comparte grupo con ERC e ICV- el PSOE deberá aprovechar el debate de hoy para ver si está dispuesto a «una verdadera reforma fiscal» o si, por el contrario, «sigue con su inacción» conformándose con pactar la política económica «con la derecha y los nacionalistas conservadores».
