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Una retirada a tiempo es una victoria

por Miguel Velasco
22 de marzo de 2021
en Tribuna
MIGUEL VELASCO
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¿Naviqué?

Modelos de defensa

La última curva

Desde hace tiempo eran bien notorios los desencuentros entre el presidente Pedro Sánchez y su segundo vice Pablo Iglesias. Se intuía que en cualquier momento el falso abrazo de connivencia entre los dos —más superficial que apretado en la intención— podía saltar por los aires. Lo que no se preveía —al menos en provincias— era que ocurriera tan pronto y tan precipitado. Muy maduro tenía que estar el higo de las desavenencias y muy firme en el presidente el convencimiento de hacerlo, que al final cayó el fruto tocando en su caída arenas movedizas que han embarrado el suelo. “La calle” quiere hacer hoy un comentario (reflejo de una opinión personal en clave de ficción como decimos en el cine) que no pretende ni demonizar a nadie ni ensalzar tampoco ninguna postura. Eso queda claro.

Era evidente que Pedro Sánchez, que había tolerado tantas impertinencias y desvaríos de Iglesias contra la Monarquía, como pilar fundamental del Estado, contra el Poder Judicial, contra la estabilidad de nuestra democracia, evidenciando su proximidad a los independentistas, su proximidad a los pro-etarras, su acercamiento al Poder incluso del viejo Otegui, su proclividad hacia la amnistía de los golpistas, etc.etc .Esa constante deriva de Iglesias en ese proceloso camino de la convivencia constitucional suponía, —creo yo— un cierto insomnio a Pedro Sánchez que le impulsaba sin duda a cortar, aunque hubiera de haberlo hecho antes, semejante conducta que, además, se parapetaba en el Gobierno. Esa situación resonaba profunda y preocupadamente en Pedro Sánchez que veía erosionada su cuota de poder al saberse —además— responsable subsidiario político del trance de inestabilidad generado.

Desde ese panorama se planteaban dos situaciones reales que preocuparían al presidente Sánchez: una, las reiteradas ocasiones en que significados miembros de los sectores políticos (incluso de izquierdas), económicos, militares, viejas figuras del PSOE a mayores, intelectuales, artistas, presidentes de Autonomías, filósofos, etc.) le habían requerido el cese del vicepresidente segundo, significativos del grave y profundo malestar por tales conductas de Iglesias. Dos: los permanentes encontronazos —casi odio— entre buena parte del Gobierno contra Iglesias (con algunos ni había relación), hasta el punto de que habían anunciado su dimisión del Consejo de Ministros si continuaba la permanencia de Iglesias, que sufría cierta convulsión en cada sesión.

Ante semejante situación de deterioro y de distracción de lo que verdaderamente debía aplicarse el esfuerzo y el interés, como era la pandemia que tiene quebrantada la salud de los españoles, yo creo que afloraban dos soluciones: una, el inmediato cese de Iglesias como vicepresidente (con todas las consecuencias); y dos: que conociendo Iglesias como estaba el patio y su fulminante cese sobre su cabeza, optara como Napoleón por “una retirada a tiempo es una victoria”. Siempre sería mejor dimitir que ser cesado. Y el alejamiento se materializó. Dentro, eso sí, de un marco político convulso por lo de las mociones de censura en Murcia y la convocatoria de elecciones en Madrid. Tal vez esa era la puerta que se abría ante Pablo Iglesias para morir con dignidad: presentarse como salvador de Madrid siendo candidato por UP, un partido en franca regresión pero del que quiere hacer aún su salvavidas dentro de la mar gruesa que hay y en el que rezuman al menos dos olas de gran calado: una, atribuída a la presidenta de la Comunidad de Madrid, “España me debe una; hemos sacado a Iglesias del Gobierno”, y la otra en boca de Pedro Sánchez deseándole suerte (pero menos que a Gabilondo el candidato socialista a Madrid).

¿Qué veremos a partir de ahora? No creo que nadie lo sepa. Es un vendaval político tan enmarañado que puede ocurrir lo impensable en cualquier momento. A cualquier hora. Lo que sí parece estar más claro es el matiz de la campaña hacia el día 4 de Mayo en la que puede haber algo más que voluntades democráticas. No hay más que escuchar el mensaje de justificación de Pablo Iglesias de su retirada (por cierto desde su despacho de vicepresidente del Gobierno, lo que no ha gustado en absoluto al presidente Sánchez que incluso acelera los trámites del despido de Iglesias para que no pueda identificársele en su campaña como miembro del Ejecutivo todavía) cuajada —digo— con insultos y descalificaciones repudiables. Ya veremos.

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