El exhaustivo estudio del Acueducto de Segovia realizado por Dominica Contreras López de Ayala ha permitido a su autora precisar, con un altísimo grado de fiabilidad, cuándo fue construido.
“Pudo haber empezado a edificarse a partir del año 69 d. C.”, revela en la obra “Misterio del Acueducto de Segovia. El problema de la datación”, que será presentada hoy en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. La marquesa de Lozoya da por seguro que en el año 74 d. C. —fecha del Edicto de Latinidad, a partir del cual muchas ciudades comenzaron a promover obras importantes— los trabajos eran una realidad. Y, en cuanto a la finalización, la historiadora sitúa ese momento en el año 98 d. C., cuando se dedica el monumento.
En el libro, fruto de una larga investigación que ha llevado a la marquesa de Lozoya a consultar todas las fuentes originales, se presentan, en avalancha, datos del que considera “uno de los monumentos más misteriosos que existen”, por la escasez de conocimientos fidedignos sobre su historia.
El dilatado proceso de documentación llevado a cabo por Contreras —en las bibliotecas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Museo Arqueológico Nacional e Instituto Arqueológico Alemán— han encaminado a la historiadora hacia un “total convencimiento” de que la lectura de la cartela del Acueducto realizada por Geza Alföldy en 1992 es la correcta. Pero, lejos de adherirse a esa teoría sin argumentos, la marquesa de Lozoya ha querido poner a prueba el trabajo del catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Heildelberg, llegando finalmente a la conclusión de que la lectura de Alföldy viene a coincidir con la realizada pocos años antes por José María Martín Rodríguez —curiosamente, luego plagiada por Antonio Blanco Freijeiro—, y por una “crónica” antigua recogida por un historiador del siglo XVIII, el padre Francisco Masdeu, que posiblemente tomó la descripción de alguien que pudo ver las suficientes letras de la cartela como para leer o deducir lo esencial del texto. [La cartela aguantó letras hasta bien entrado el siglo XVI, como relata Juan de Valdes en su obra “Diálogo de la lengua”].
Epigrafía y arqueología
En cualquier caso, el estudio de Contreras va mucho más allá de examinar la lectura de Alföldy. La marquesa de Lozoya ha realizado en el libro una revisión crítica de la epigrafía relacionada con el Acueducto de Segovia. Y, en este apartado, presenta pruebas que confieren autenticidad a una inscripción hoy desaparecida, en un tiempo situada en la puerta de San Juan, que hacía referencia a quien mandó levantar el Acueducto, Licinius Lartius. “Al demonizar de forma reiterada, por copia de unos a otros, esa inscripción, recogida por Ambrosio de Morales en el siglo XVI, se creó un tapón cultural que impidió hasta ahora el estudio de la datación del Acueducto, puesto que la única vía lógica estaba desprestigiada”, escribe Contreras.
La historiadora defiende que la construcción del Acueducto “se decidió en tiempos de Vespasiano (69 -79 d. C.), a través de, o teniendo algo que ver, su gobernador de la Hispania Citerior, Lartius Licinius, por iniciativa de éste, o más probablemente por iniciativa del Consejo de la Ciudad y con su ayuda y participación y posible colaboración económica”.
Esta teoría de la marquesa coincide, según explica en la obra que hoy se presenta, “con el estilo artístico (del Acueducto), con la lectura de Alföldy de la cartela, con los resultados de las excavaciones arqueológicas y con las inscripciones recogidas en los siglos XVI y XIX”.
