Naciones Unidas aseguró ayer que más de 10 millones de sirios o, lo que es lo mismo más de la mitad de su población, necesitan ayuda humanitaria. Además, señaló que se precisan 4.000 millones de euros para atender las necesidades sociales de la población.
Esta cifra representa casi 2,5 veces más de la financiación que a principios del año se calculaba para prestar auxilio a los civiles víctimas de dos años de guerra civil. Es más, supone la mayor petición de ayuda jamás realizada por la ONU y una de sus estimaciones más preocupantes desde el inicio del conflicto en Siria.
Las nuevas previsiones, una actualización del plan de respuesta ante la situación en el país, incluyen más del doble del número de refugiados, que ahora se cifran en 3,45 millones frente a los 1,6 actuales, diseminados por Líbano, Jordania, Turquía, Irak y Egipto.
Eso sí, no se espera un aumento de la cantidad de ciudadanos que precisarán de ayuda hasta finales de año, una cifra que se sitúa en 6,8 millones de personas.
El Programa Mundial de Alimentos (PAM), que ha entregado más de 500 millones de kilogramos de comida en Siria en lo que va de 2013, asevera que el coste semanal de sus operaciones pase de los 20 millones de euros actuales a 36 millones después de septiembre y advierte de que tiene un desfase de fondos de unos 550 millones de euros. «Éstas son grandes cifras. No son sostenibles a largo plazo», reconoció el subdirector ejecutivo del plan, Amir Abdulla. Por su parte, el coordinador de emergencias regional en Siria del PAM, Muhannad Hadi, incidió en que «hemos llegado a una fase en el país en la que algunas personas, si no consiguen alimentos del programa simplemente no comen».
En esta tragedia, uno de los colectivos más afectados es el de la infancia. Así, la embajadora de Unicef en el Líbano, Lucy Liu, alertó de la «grave situación» por la que pasan cerca de un millón de refugiados sirios en el Líbano, de los cuales la mitad son niños, que necesitan ayuda urgente. «Los recursos de las comunidades libanesas de acogida, el Gobierno y las organizaciones humanitarias se han estirado hasta el límite», indicó. Además, explicó que, en los campamentos que visitó hace unos días, «muchos menores tienen sarna, piojos y pulgas, los casos de diarrea están aumentando y muchas familias viven en tiendas de campaña hechas con sacos de estopa y sábanas de plástico». Al mismo tiempo, apuntó que «no tienen agua ni baños, por lo que usan zanjas abiertas como letrinas».
Generación perdida
Por ello, la organización advirtió del riesgo, debido a las cicatrices físicas y psicológicas que ha provocado el conflicto, de crear una «generación perdida». Más de 100.000 personas cruzan la frontera entre Siria y Líbano cada mes y se espera que, a final de año, haya más de 400.000 pequeños no escolarizados en el país de acogida.
De esta forma, Liu, que ha visitado varios asentamientos provisionales en la región de Bekaa, en Líbano, hizo un llamamiento a la gente, a que «se informe sobre esta crisis y ayude a los desplazados».
En este sentido, Unicef recordó que, debido al creciente número de refugiados, la respuesta de emergencia de la organización internacional «sigue estando insuficientemente financiada» y la falta de solución política al conflicto requiere recaudar «enormes recursos para satisfacer las necesidades de la población».
