El cineasta estadounidense Woody Allen inauguró ayer, fuera de competición, el Festival de Cannes con su último filme, Midnight in Paris, una viaje a la bohemia de la capital francesa de los años 20 del siglo pasado. Esta escapada en tiempo y espacio del director devuelve desde el primer día a la ciudad de la Costa Azul a los gloriosos tiempos en los que había que pasar por París para ser alguien.
Un «tiempo dorado», como señaló Allen al presentar a los periodistas su cinta, que es con la que, con música de Cole Porter, el realizador pretende llevar al espectador, al que literalmente apabulla con un desfile de celebridades.
Ernest Hemingway, Pablo Picasso, Scott Fitzgerald, Luis Buñuel, Salvador Dalí y Gertrude Stein son la clase de gente con la que Allen hace contemporizar al protagonista, un atónito Owen Wilson, el escritor de guiones de cine que pretende ser novelista y a quien, en una noche de alcohol, se lo llevan al siglo anterior, o eso parece.
La historia traslada al espectador a ese París y a la urbe actual, donde se narra la historia de Gil, literalmente secuestrado al pasado, donde le espera nada menos que Adriana, una Marion Cotillard más francesa que nunca, muy íntima de Pablo (Picasso). Gil tendrá la posibilidad de que Gertrude Stein revise su novela, de oír del pintor malagueño la explicación del porqué de un retrato, de adelantarle a Buñuel el argumento de una película que aún no ha dirigido -El ángel exterminador- o de beberse un vino con un Dalí (Adrien Brody) tan histriónico como debe ser y que por eso mismo solo ve rinocerontes.
Kathy Bates, Michael Sheen y Léa Seydoux completan el reparto, con la esperada intervención de la esposa del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, Carla Bruni -que según la revista francesa Gala dará a luz en octubre-, en plan guía del Museo Rodin, que cumple con su pequeño papel y recibe elogios de parte del realizador. Allen afirmó que trabajar con ella «fue una bonita experiencia» y que «está deliciosa» en su interpretación.
El director no tuvo necesidad de documentarse para el trasfondo histórico de Midnight in Paris porque forma parte, según explicó, de su bagaje intelectual: de ellos mamó en su infancia, juventud y edad adulta. Su París es una ciudad recreada por su subjetividad, como la ve un americano, reconoció. «Se trata de una auténtica trampa, que permite pensar que vivir en una época anterior sería preferible, olvidando que se iba al dentista sin novocaína», alertó Allen.
El cineasta declaró su amor por «las ciudades bajo la lluvia» y se mostró muy satisfecho por el color de otoño conseguido para la cinta por Darius Khondji, el director de fotografía.
Por otra parte, y a tenor de las declaraciones de Robert de Niro, presidente del jurado oficial en esta 64 edición, la fidelidad del festival a sus vacas sagradas no quitará oportunidades a los realizadores emergentes, pues según afirmó el protagonista de Taxi Driver «este año se premiarán películas, no autores», a pesar de que Almodóvar, Malick y Von Trier partan como favoritos.
El tribunal de Cannes se completa con celebridades como Uma Thurman y Jude Law. La actriz argentina Marina Gusman, los realizadores Olivier Assayas -Francia-, Johnnie To -Hong Kong- y Mahamat Saleh Haroun -Chad-, la productora china Nansun Shi y la escritora noruega Linn Ullmann.
