Hace algunas semanas supe del fallecimiento de Pedro Muñoz, responsable de la creación y consolidación del mayor escaparate tenístico que tiene la provincia con el Villa de El Espinar, durante años el mejor Challenger del mundo. Tuve la fortuna de cubrir para diferentes medios el torneo en su esplendor, y puedo decir que en pocos sitios he trabajado más a gusto.
Locuaz o campechano son adjetivos que me vienen a la mente a la hora de recordarle. Trabajador, orgulloso y excesivo son otros calificativos que podrían definirle. Pedro fue capaz de desarrollar un evento tenístico que era la envidia de otros con más capacidad presupuestaria y, por lo tanto, más puntos de ranking en juego para los profesionales. Logró convencer a Nadal, Federer, Bruguera o Verdasco para que acudieran a la Estación de El Espinar a competir en un ambiente familiar inigualable para los que, como ellos, se pasan buena parte de su vida en aviones de un lado para otro.
Con sus virtudes y sus defectos, Pedro Muñoz es historia del deporte segoviano y así deberá recordársele
Rodeado de un extraordinario equipo de trabajo, Pedro Muñoz hizo más por la promoción turística de la zona que todas las administraciones públicas juntas, y su progresión en el escalafón del panorama tenístico hasta alcanzar la presidencia de la Federación Española, no le hizo olvidarse de ‘su’ torneo.
Su fallecimiento me produjo sentimientos contradictorios: tristeza por su pérdida, y alegría por los grandes momentos vividos en las pistas, en el comedor con los tenistas, el Village con los patrocinadores, o la zona de prensa. Con sus virtudes y sus defectos, Pedro Muñoz es historia del deporte segoviano y así deberá recordársele.
