La adopción de animales crece, pero sigue por detrás de los abandonos. La protectora Animales de Segovia dio 92 animales en adopción el año pasado, un 37% más que en 2019 (67), pero las cuentas no salen porque tuvieron que recoger 131, un ligero aumento (4,8%) respecto al año anterior (125). El déficit de la sociedad segoviana –y la española- lo cubren otros países europeos con superávit.
La protectora, con un convenio en vigor con el Ayuntamiento de Segovia, tiene un teléfono (659914211) para denunciar abandonos. Tanto particulares como Policía Local se ponen en contacto cuando hay un animal en la vía pública que necesita ayuda. La asociación cuenta con una veintena de voluntarios, que pasea a los animales o hace de forma puntual como casa de acogida, y dos trabajadores que les cuidan diariamente.
Algunos animales son fáciles de coger; otros requieren un esfuerzo de días para crear rutinas, especialmente en galgos miedosos, para poder rescatarles a través de una jaula-trampa y llevarles a la seguridad del albergue. El truco está en la alimentación en puntos concretos a las mismas horas. “Cuando son galgos que están recorriendo muchísimas distancias, a veces es necesario que el animal aprenda que a cierta hora va a tener comida en un punto para acabar cogiéndolo”, subraya la presidenta de Animales de Segovia, María Jesús Serrano. Crear esa confianza es clave: “Si un perro huye de ti, difícilmente les vas a coger. No es la mejor de las opciones, pero al menos le llevas a un lugar seguro y, a partir de ahí, trabajas con él”.
Cuándo recoger un animal
La valoración del riesgo que corre el animal se complica en el caso de los gatos. “Cuando nos llaman, nosotros vamos a evaluar la situación. Primero vemos el carácter del animal, si se deja coger. Luego, si está castrado. Porque los ferales tienen el corte en la oreja y eso les identifica como parte de una colonia. Si es sociable, no pinta nada ahí y le recogemos. A algunos les recogemos porque llevan mucho sin comer y así les ve un veterinario”.
Luego están los gatos más “parados”, bien porque hayan sido atropellados o hayan tenido algún accidente. “Vamos a verlos y les damos atención veterinaria. Muchas veces no hay mucho que hacer con ellos, pero al menos, no agonizan en la calle. Y con los que luego puedan salir adelante, buscamos los medios para que encuentren hogar”.
La protectora cuenta con unos 40 animales, entre su albergue y diversas casas de acogida. “Nos solemos mantener en esos números. Entran muchos, pero conseguimos que adopten bastante”. Mención especial tienen los animales de muy difícil salida. “Siempre tenemos la esperanza, pero alguno seguramente no encuentre una casa. Nosotros no damos la espalda a ninguno. Animal que entre en el albergue va a estar si es necesario toda su vida aquí. Esperamos que no, que esto es un punto de paso. Los inviernos son muy duros y los veranos muy calurosos”. En el peor de los casos, tienen comida, atención sanitaria, un resguardo y el cariño que permite la situación.
Localizar al dueño
Una vez en el albergue, los animales pasan por el lector de microchip. Si hay identificación, se ponen en contacto con el propietario. Entran entonces en un protocolo sanitario, con limpieza de parásitos externos e internos, y van a alguno de los ‘cheniques’, habilitados. En caso de contactar con el propietario, este debe aportar toda la documentación del animal. Si no tiene microchip, pasa al proceso de adopción; si no responden los propietarios a los cinco días de la notificación, se considera abandonado y a los 20 días puede ser dado en adopción.
El primer método de contacto con el propietario es la llamada telefónica y, si no hay éxito, recurren a una carta con acuse de recibo para asegurar administrativamente que el destinatario sabe que el animal está allí. Si no hay datos actualizados de la persona, el convenio municipal permite que sea Policía Local quien realice esta búsqueda. Una vez terminado este proceso, la protectora inicia los trámites de denuncia administrativa a través de la Junta de Castilla y León.
La principal especie recogida en Segovia son los galgos. “Aunque este año ha sido maravilloso, seguimos recogiendo muchísimos en proporción a las adopciones que hay”. El origen mayoritario de los abandonos está en el pastoreo y en la caza. Ante este diagnóstico, María Jesús apuesta por la vía pedagógica. “Nosotros abogamos por la tenencia responsable. Es parte de tu familia, debes ser responsable de él durante toda su vida. No es una vida útil ni un coche. No te puedes deshacer de él cuando termina de funcionar porque la vida de ese animal depende de la persona». Respecto a la caza, valora los pequeños avances. “Creemos que es un primer paso para todo lo demás. Intentar que no se permita cazar con perros es más complicado, no sé si llegaremos a verlo. En muchas cosas estamos muy atados de manos porque la ley es la que es”.
Holanda, Suiza o Alemania
Como hay menos adopciones que abandonos, el sistema necesita ayuda externa de otros países que llevan camino ganado a España. “Llevamos años mantenidos en un buen número de animales. Grande, pero que se va manteniendo dentro del albergue, gracias a que hay bastantes adopciones. Aunque este año ha habido un crecimiento muy notorio en Segovia, no es lo habitual. Y sigue siendo necesaria la ayuda de fuera”. Protectoras de Holanda, Alemania o Suiza han acogido 29 animales del refugio segoviano. “Les conocemos personalmente y pueden hacer ese control que nosotros realizamos aquí”. Hay un control previo y posterior para saber que los animales están bien. “Solemos saber de casi todos los animales durante toda su vida”. Es habitual que los nuevos propietarios de estos animales visiten el refugio de Segovia.
En cualquier caso, esta ayuda externa es necesaria. “Si no, esto ería un crecimiento exponencial. Por mucho convenio que tengamos, llegaría un punto en el que no tenemos instalaciones ni recursos para mantener ese número de animales porque España sigue siendo un país con muchísimo abandono”. Hay asociaciones extranjeras dedicadas a asistir a protectoras específicas españolas. “Les llama la atención la cantidad y el estado en el que se encuentran los animales abandonados en España. Siempre estaremos agradecidos; sin eso, sería imposible”. La mayoría de animales van directamente a un hogar que ya han elegido las asociaciones de destino. Otros van a casas de acogida como punto intermedio. En cualquier caso, esa asociación extranjera responde por ellos si la adopción no sale bien.
Serrano contempla que la pandemia haya sensibilizado en cuanto al valor de los animales. Durante el confinamiento domiciliario, cerraron las adopciones para evitar acogidas interesadas. “Había gente que adoptaba para poder salir a la calle con el perro. Y cuando vuelve la rutina normal, el perro es un estorbo”. Sí han notado un cambio de conciencia inédito que ha pasado de conversaciones o redes sociales a la estadística de adopciones. “Tal vez toda esta situación que nos ha hecho valorar a la familia o el contacto también haya influido en la relación con nuestros animales”.
‘Fany’, una adopción a fuego lento
‘Fany’, una galga de tres años, vivía hasta enero en el camino del Tejerín con una venda en la pata y su piel estaba al borde de la necrosis. “Si no la hubiéramos recogido, habría perdido esta pata”, subraya la protectora Animales de Segovia. La venda cubría una fractura en los dedos que, por supuesto, no iban a operar sus irresponsables dueños. Fue operada en un hospital veterinario, pasó por un proceso de recuperación y estuvo encerrada en un chenil; apenas salía para dar paseos cortos. Siempre se mostró muy tímida y rígida: no había recibido cariño, solo malos gestos. Su miedo obligaba a una adopción a cámara lenta.
Estíbaliz Rodríguez ya estuvo cuatro años con ‘Luna’, otra galga abandonada en Melque de Cercos. En mayo falleció tras ser atropellada por un coche. “Decidimos dar otra oportunidad a otra perrita rescatada. Y sabemos que la protectora tiene muchos restos de caza, son perros que han sufrido mucho”. La familia estuvo más de un mes trabajando con ella: romper el miedo del animal crea un vínculo muy especial. No todo el mundo está dispuesto a hacerlo, pero quien lo hace consigue una recompensa muy importante.
“Los galgos tienen un alma especial”, subraya Estibaliz. “Son súper buenos, dóciles. No han sido fáciles de recuperar, pero dándoles cariño cambian mucho”. Su experiencia les hacía candidatos perfectos para ese proceso. Iban todos los días a pasearla a la misma hora para que se acostumbrara, fines de semana incluidos, para que no se olvidara. Llegó un punto en el que ya solo podía avanzar en su casa. Y se la llevaron. Con todo, regresaba cada dos días al albergue para que la adaptación fuera progresiva.
“Al principio se escondía detrás del sofá y no quería estar a nuestro lado”. Poco a poco, fueron acercando su colchoneta al sofá; ahora se sube y se mueve por la casa libremente. Queda camino por recorrer: “Soltarla en cualquier sitio y saber que va a volver”. Con Luna lo consiguieron y son optimistas. “Es un riesgo que va a existir siempre porque tienen instinto de cazador”.
Estíbaliz ha sido madre; su hijo Guillermo llega a la familia. “Los galgos son unos grandes desconocidos, tenemos el concepto de que son para cazar y necesitan mucho espacio. Pero tú le tienes en casa y no te da nada de guerra. Son perros que necesitan actividad, pero no tanta. Con cuatro carreras que se den… Los perros se adaptan, lo único que quieren es cariño”.
‘Gustavo’, cuatro años buscando un hogar
‘Gustavo’ era uno de los gatos más longevos del albergue segoviano: allí estuvo cuatro años. Los voluntarios le recogieron en unos jardines de Segovia y su abandono era evidente: estaba castrado y se acercaba en todo el mundo. Mientras otros gatos se hacen más reacios con el paso del tiempo, él se hizo dependiente. Tuvo momentos en que lo pasó muy mal y su color negro le hacía más invisible. Finalmente, su suerte cambió y ha tenido una segunda oportunidad.
La brasileña Magaly Oliveira, vecina de Cedillo de la Torre, cumplió una cuenta pendiente desde su infancia con sus dos hijas, de 11 y 16 años. “Hay muchos gatos por el pueblo, pero no se dejan coger. Les damos de comer, pero queríamos un gato para cuidarle dentro de casa”. Les llamó la atención la historia de Gustavo y sus dificultades para encontrar un hogar. “Nos vino muy bien porque hace poco que murió mi marido. Ha llegado en el momento perfecto. Le quieren mucho y él es muy mimoso”.
El primer paso era convencer a sus hijas de adoptar un gato adulto. “En principio queríamos uno pequeño para educarle, si es que se puede educar a un gato. Pero cuando vi a Gustavo, me enamoré de él”. El color no era un problema para ellos, aunque el negro es un problema para los supersticiosos y una dificultad añadida para adopciones. Cuando sus hijas le vieron en la protectora, el efecto fue el mismo: amor a primera vista. “Empezó a lamer las manos, a ronronear y se tumbaba a nuestros pies”.
La adaptación fue rápida. Las dos primeras noches maulló mucho; acostumbrado a un lugar pequeño, se sintió desubicado ante un salón grande y volvía a su pequeña habitación. “Al principio, en lugar de salir él, entrábamos nosotras tres a verle”. No tardó en coger su primer hábito: subirse a las encimeras. “Pero no puede porque está gordito”. También le gustan las camas. “Él no puede ver a alguien con una manta y no subirse. O se me sube a la espalda si estoy comiendo. Imagina a un gato de seis kilos que salta a tu espalda…”. Sobre todo, Gustavo aporta compañía. “Nos da cariño y le gusta recibirlo. No nos sentimos solas y yo estoy con él toda la mañana mientras mis hijas van al colegio. Tengo unas conversaciones con él que parece que me contesta… Nos pasó algo horrible y Gustavo nos trajo alegría”.
