El reconocimiento legal de la tauromaquia devuelve a la actualidad la Fiesta Nacional, pues el Senado ratificó hace solo unos días, con el apoyo PP, una iniciativa de ley que convertirá el arte del toreo, una vez sea publicada en el Boletín Oficial del Estado, en patrimonio cultural inmaterial de España.
«Es un hecho muy importante, un paso de gigante que dota a la fiesta de los toros de una funda legal que no tenía», explicaba tras conocer la decisión el presidente de la Federación Taurina de España, Mariano Aguirre.
La ley incluye un plan de protección de esta manifestación cultural y otro dedicado a la promoción de la cultura taurina. Pero no implica una cobertura presupuestaria que sí hubiera garantizado una declaración de Bien de Interés Cultural, algo que no se ha conseguido. Por eso, los taurinos quieren más. Por ejemplo, la opción de incluir la tauromaquia en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Unesco, a la que España ya contribuye entre otros con el flamenco, la dieta mediterránea o la cetrería, queda todavía abierta.
La nueva normativa ha tenido una larga andadura. Si una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) fue la causante de que desde principios de 2012 los toros quedaran prohibidos en Cataluña, otra ILP con cerca de 600.000 firmas y el respaldo del Partido Popular es la que ha terminado en su declaración de Patrimonio Cultural.
¿Significa eso que volverán a verse corridas de toros en La Monumental de Barcelona? De momento no, pues la norma no implica la derogación de la ley regional que acabó con los festejos taurinos en esa autonomía, la segunda después de Canarias. La última palabra la tiene el Tribunal Constitucional, que según lo previsto se pronunciará en el primer trimestre del 2014.
Mientras los taurinos defienden una tradición que «proviene del siglo X» y que «forma parte de la sangre de los españoles», las asociaciones y partidos antitaurinos cuestionan una actividad que «pone en jaque cualquier planteamiento ético y moral a través del sufrimiento animal».
«La declaración de la tauromaquia como patrimonio cultural es meramente simbólica, es una medida descafeinada que no va a conseguir reflotar un negocio en claro retroceso», comentó Silvia Barquero, vicepresidenta del Partido Animalista (Pacma), que en las últimas elecciones obtuvo más de 300.000 votos al Senado.
Las estadísticas del Ministerio de Cultura apuntan a un descenso de las corridas de toros en España del 40 por ciento en los últimos cinco años, pasando de las 810 de 2008 a las 475 de 2012. La crisis económica que vive en país tiene parte de culpa.
Los antitaurinos lo achacan, además, a una pérdida de interés y al cuestionamiento ético de los ciudadanos. «Los datos demuestran que solo el ocho por ciento de los españoles acudieron a una corrida de toros en los últimos cinco años. Cuando se apoya esta iniciativa de ley no se está escuchando la voz de la calle», apuntó Barquero.
Sector fuerte
Desde la Federación Taurina mantienen que es una crisis coyuntural. «Ha habido una disminución de los festejos, como en todas las crisis, pero la fiesta de los toros saldrá solita adelante», especificó su presidente.
«La declaración de patrimonio cultural es una garantía, pero quien produce el aumento de los espectáculos es el torero que sale al ruedo a jugarse la vida. Y, mientras haya personas que paguen por verlo, la fiesta seguirá existiendo», apostilló este amante del arte en el albero.
Pero, ¿quién financia los espectáculos taurinos? Pacma sostiene que «subsisten gracias a las subvenciones públicas» y que no sería un negocio rentable si estuviera exclusivamente en manos privadas. «La tauromaquia está herida de muerte porque la sociedad no la apoya», aseguran.
Los taurinos, sin embargo, destacan las cuantías económicas que mueve y los puestos de trabajo que mantiene año tras año. «Hablamos de cientos de miles de euros y no solo los que generan el toro y el torero en la plaza, sino que también hay que tener en cuenta las fincas, los ganaderos, los camiones, las fábricas de piensos…». Y todo ello sin olvidar la máxima que esgrimen desde hace años: «Sin la tauromaquia, no existiría el toro bravo: la especie se extinguiría».
