“Ser un caballero significa saber cómo comportarse en el mundo. Dominar sus propios actos y saber el valor de la palabra”.
No recuerdo de qué lugar recogí lo anteriormente escrito. Lo anoté en un papel y lo tengo guardado en la solapa de un libro ¿Por qué aparece aquí y ahora? Pues… porque ha muerto Pedro Muñoz Asenjo. Y por más que la muerte sea parte de la vida, todos, y en más de una ocasión, vamos a sentir tristeza.
El haberlo conocido me lleva a afirmar que el ser un caballero lo llevó siempre Pedro por bandera.
Con él se marcha una extraordinaria persona, un empresario de ideas avanzadas, un enamorado del tenis y de los tenistas, un inquieto emprendedor y un entrañable amigo.
Así, en el capítulo de las ideas, aquellas que maduradas a través del conocimiento puso en práctica, se encuentra una de las gestas más interesantes que en el deporte se han dado. Donde no había nada ‘plantó’ un molino -Quijote, unas veces, Sancho, en otras-, que al mover sus aspas despertó tanto interés que hasta la Estación de El Espinar llegaron, cuan curiosos y escépticos, gentes que, sabiendo del milagro, no solo lo querían ver, también ‘tocar’. Entre ellos se encontraban ‘patrones’ de la mismísima ATP y veteranos tenistas que creían haberlo visto todo.
Fue Pedro el embajador perfecto –diplomático, cordial…-, en un proyecto que acabó siendo una realidad palpable, que aún vive, al igual que antes lo había hecho en sus empresas.
Puede que la vida ‘solo sea un soplo’, mas a Pedro le proporcionó alas para mostrar, con su forma de ser, con su comportamiento de caballero, un mundo, su mundo, tan real como lo había soñado.
A su familia mi duelo.
A Pedro lo seguiré viendo desde el recuerdo.
