La fiesta litúrgica de la Epifanía, conocida también por el día de los Reyes Magos, puso fin el pasado miércoles, 6, a la Navidad; a las celebraciones religiosas y a las fiestas familiares…aunque estas últimas, en la ocasión presente, hayan estado tremendamente condicionadas por culpa del Covid19. Reuniones con mínimo de personas presentes, sin faltar las mascarillas (siempre hay insensatos que se rebelan contra lo que debe ser normal ahora entre nosotros, y así estamos viendo las consecuencias en los incrementos de contagios), nulos festejos callejeros, mucha menor animación en las calles, aunque nunca hayan faltado transeúntes, que al menos han dado una sensación de que la vida sigue, aunque sea con una vigilancia extrema…
O sea, hemos dicho adiós a la Navidad hasta la próxima…con la esperanza de que las cosas cambien. Y hemos dicho adiós a los Reyes Magos, que parece se han portado bastante bien y que en nuestra ciudad, por un capricho inimaginable del equipo municipal de gobierno, han “sufrido” la presencia de un “cuarto rey”; sería interesante conocer el porqué de la incorporación de este personaje, que podría llevar a los pequeños a crear una confusión en sus mentes en torno a los clásicos Melchor, Gaspar y Baltasar de siempre, a no ser que se haya querido montar un marketing publicitario para invitar a la compra del libro del teólogo presbiteriano estadounidense Henry van Dyke.
Hace unos años “apareció” por aquí el Príncipe Aliatar (personaje creado por un periodista asturiano para ser pregonero de la llegada de los Reyes Magos), que se incorporó a las fiestas navideñas como adelantado o pregonero de Sus Majestades, ante quienes incluso desfilaba en la cabalgata oficial de recepción a los Magos de Oriente. Pero, por pitos o flautas, el personaje “desapareció” de nuestras fiestas, y miren por cuanto ahora viene otro falso monarca a tratar de “reanimarlas”, aunque se esfumó su presencia durante las visitas televisivas que realizaron Melchor, Gaspar y Baltasar por la desierta ciudad y localidades anexionadas a la misma.
Bien, dejemos la cosa como pura anécdota, pienso que de no recomendable repetición.
Ocurre que luego se molestan los rectores políticos locales cuando no se está de acuerdo con algunas de sus actuaciones, e incluso con algunos de sus proyectos, por ejemplo cuando la oposición dice que hay “una distancia” entre el Gobierno municipal y los intereses de los ciudadanos. Sobre el asunto habrá, lógicamente, diferentes posiciones, a favor o en contra, pero hay que ponerse en una situación muy realista para contemplar que hay buena parte de razón en la acusación. Los proyectos de los que se está hablando, de cara a este nuevo año, no son muy relevantes, y parecen más propios de tratar de “ir tirando” buscando el asentimiento de aquellos que puedan resultar beneficiados por las no muy relevantes actuaciones, mientras que se están olvidando otras necesidades más perentorias, provocadas precisamente por el difícil momento que estamos viviendo, no solo sanitariamente, que es muy grave, sino también desde el ángulo económico, que está sufriendo al máximo y lleva camino de seguir peor, por lo que todos los gobernantes, de un lado y de otro, de un nivel y de otro, tienen ahora la gran responsabilidad de no andarse por las ramas, “coger al toro por los cuernos” y pensar en la situación trágica del presente de los españoles. Y entre estos españoles, naturalmente estamos los segovianos.
Un aviso muy oportuno y duro acaba de dar el presidente de la FES al calificar como “crítica” la situación del mercado laboral en la provincia e insistiendo en la necesidad de “articular ayudas directas a las empresas que peor lo están pasando en esta crisis inédita, porque la mejor forma de frenar la destrucción de empleo es que las empresas puedan recuperar la actividad.”
Si la acción municipal fuera encaminada hacia este aspecto, yo creo que hasta los sufridos vecinos del barrio de Las Canonjías llegaríamos a admitir la ralentización de unas obras proyectadas hace años a las que el Ayuntamiento, por las razones que fuere, sigue sin atreverse a enfrentarse. Porque es seguro que en la ciudad no hay obra proyectada “más antigua” que ésta, que aguanta y aguanta soportando los reiterados desvíos monetarios hacia algún “mastodóntico” edificio sobre el que todavía pende la incógnita, en el inicio de este 2021, de si va a servir para algo.
