Lamentablemente el haber nacido en un lugar o haberte criado en tu tierra, no es garantía de gracias y elogios.
Llegué a la Granja de San Ildefonso, hoy el Real Sitio, cuando tenía la edad de 6 años, y empecé cursando primero de EGB en el Colegio Peñalara, corría entonces el año 1979, donde vivimos los primeros años de democracia, y mi vida y la de mi familia transcurrió felizmente.
En aquellos primeros años de mi niñez regía el Ayuntamiento, probablemente el mejor Alcalde que ha tenido este pueblo, don Luis Erick Clavería Soria perteneciente al partido Pueblo Unido.
Un ejemplo de vida y de compromiso con los más desfavorecidos, cuyo talento y genialidad (uno de los mejores neurólogos) lo puso al servicio de los granjeños de cualquier raza, sexo, religión o ideología cumpliendo con uno de los preceptos y derechos que recoge nuestra Carta Magna, en su artículo 14 y no discriminando absolutamente a nadie por el signo político que tuviera.
Recuerdo cómo mi madre, que compartió con él varios años en el Ayuntamiento de la Granja, y de signos políticos opuestos, hablaba con admiración de un señor de los pies a la cabeza y cuyo ejemplo perdura hoy en muchos vecinos.
Eran los primeros años de democracia en los que existía la necesidad de enterrar los viejos odios de una etapa que enfrentó a familias contra familias, vecinos contra vecinos, y que los padres de la democracia entendieron perfectamente.
Hoy en pleno siglo XXI y con el peor Gobierno en el peor momento posible, parecen volver a resurgir los odios y la envidias en los pueblos de España, donde el reflejo de la mentira y de la traición son el espejo del que muchos aprenden por mímesis, y se convierte en una ‘nueva religión’ que los abduce y provoca en ellos un abyectismo desmedido.
Y digo esto, porque para mí es un honor y un orgullo, representar a mi pueblo, La Granja de San Ildefonso, como diputado por la provincia de Segovia en VOX, un partido diferente y patriota que surge de la sociedad civil como desencanto y necesidad a las políticas engañosas e incumplidas del bipartidismo.
Pero al parecer algunos paisanos no les agrada, ni les sienta bien que alguien les represente, incluso siendo de la misma cuerda, por aquello del ego desmedido que le hace compararse con los demás. Pero la paradoja del ego es que nunca podrá estar en paz, y esa falta de paz provocará odios y envidias que acabarán destruyendo.
Está claro que nadie es profeta en su tierra, y es una lástima que te reconozcan más fuera que dentro, pero es el sambenito que toca y ojalá pudiéramos cambiarlo.
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(*) Diputado nacional de VOX por Segovia.
