Páginas de “Provincia” de este Diario (1-diciembre) dan noticia de la retirada de denominación “Ángel del Alcázar” a una plaza de Ayllón, que volverá a llamarse de Santa María la Mayor.
Previamente a exponer la personalidad y obra del segoviano Antonio Rivera, y proponer que el lector opine si nuestro paisano merece repudio o respeto y admiración, decir que la retirada de tal honor es a propuesta del senador valenciano Carles Mulet que alega que tal denominación vulnera la Ley de Memoria.
¿Quién es este señor que viene a dictaminar como ha de llamarse el callejero ayllonense?
Pues el castellonense Carles Mulet García, nació en 1975, el año en que fallecía Franco, y por ello escasamente conocedor del tiempo de dictadura, que con tanta saña y revanchismo recuerda y habla, senador por el Grupo Parlamentario Izquierda Confederal, formado por el puzle Adelante Andalucía, Més per Mallorca, Más Madrid, Compromís, Geroa Bai y Catalunya en comú Podem, activista en movimientos sociales…
Este, “imparcial”, valenciá ve así a nuestro paisano de Riaguas de San Bartolomé: “…se unió a los sublevados en el Alcázar de Toledo, donde participó en acciones y alentó a los combatientes. Resultó muerto por heridas de guerra por ello. Ni se llamaba Ángel, ni se apellidaba Alcázar. Fue un sublevado que participó activamente en los combates de aquel triste episodio”.
Yo, que ejercí varios años de profesor en el entonces “Taller Escuela Sindical “Ángel del Alcázar”, por interés profesional, he querido conocer mejor la personalidad de quien prestaba denominación a mi Centro, y veo que, el activista valenciano, dice verdades a medias, pues efectivamente combatió en uno de los bandos de nuestra desgraciada contienda, y le tocó hacerlo en el que dice triste episodio, triste y lamentable, sobre todo por los 110 muertos y 438 heridos, y por el alevoso asesinato del hijo del coronel Moscardó, estando entre los fallecidos nuestro paisano, pero no cuenta que Antonio Rivera al ser operado para amputarle el brazo pidió ser intervenido sin anestesia, para dejar la escasa existente para niños y parturientas, que cada noche rezaba colectivamente el rosario por “todos” los combatientes y víctimas de ambos bandos, y porque, efectivamente, tuvo que participar en la defensa, en la fortaleza en que se habían refugiado muchos toledanos, cumplía con su deber, pero recomendando continuamente “tirad, pero tirad sin odio”.
El sociólogo, economista y escritor segoviano Juan Antonio Folgado en su libro “Calles y Plazas de Segovia…” dice de nuestro paisano Rivera: “Sanitario segoviano caído en el duro asedio del Alcázar de Toledo durante los primeros meses de la Guerra Civil”.”La labor que allí desarrolló durante aquellas setenta y nueve angustiosas jornadas, fue un derroche de sacrificio personal y apostolado católico, al que hay que añadir un constante ejercicio de generosidad y entrega a los demás, que le hizo merecedor del sobrenombre de “Ángel del Alcázar”, por el que le conocían sus compañeros. Vivió la liberación del Alcázar el 27 de septiembre de 1937, pero, sin reponerse de sus graves lesiones, falleció poco después, de una infección sanguínea”.
Juzgue el lector si el joven abogado, presidente de la Acción Católica toledana Antonio Rivera, actualmente en proceso de canonización, es merecedor de desprecio, o de admiración y respeto, si fue traidor o santo…
