Leemos en El Adelantado del día 6 de diciembre un artículo firmado por Ángel Galindo sobre la “Ley Celaá y la Institución Libre de Enseñanza”. Respecto a la ley Celaá no tenemos nada que decir, porque aún no la hemos estudiado, ni se ha puesto en práctica, aunque estemos tentados frívolamente a darla por buena solo por sustituir a la ley Wert, cuyas principales virtudes fueron el no haberse aplicado íntegramente en ningún lugar de España, y provocar la unanimidad en su rechazo de todos los grupos políticos (todos, incluido el grupo que había respaldado en su día al señor Wert).
Pero lo que se dice en el artículo en cuestión sobre la Institución Libre de Enseñanza, además de tendencioso, denota una ignorancia que no le hubiese permitido aprobar un examen de Sociales en secundaria o bachillerato.
La consigna “allá donde todos piensan lo mismo nadie piensa” (que el Sr. Galindo atribuye, dejémoslo en equivocadamente, a la ILE), es un desiderátum propio de regímenes o ideologías de talante autoritario, como aquellos que anteponen los credos religiosos, las voluntades nacionalistas o las doctrinas totalitarias (fascistas, comunistas, tanto da) a la libertad del ciudadano.
«Montalvo es un ejemplo de que se puede ser conservador, católico y defensor de una enseñanza plural»
Decir que la ILE pretendía una uniformidad de pensamiento con pérfidas motivaciones, es sencillamente falso. La ILE nace precisamente como reacción a las medidas de un ministro que prohibió la libertad de cátedra ante los peligros que suponía para la fe católica la demoníaca, quimérica y poco liberal teoría de la evolución. El plante ante las medidas del ministro Orovio (la conocida como segunda cuestión universitaria) provino de numerosos profesores del país, incluido un docente segoviano de Segunda Enseñanza, Tomás Andrés de Andrés Montalvo, de Sangarcía, quien siendo profesor y autor de manuales de Historia Natural (y más tarde director del Museo Nacional de Ciencias Naturales), nunca amparó el evolucionismo y sí en cambio la libertad de pensamiento y la importancia de la educación pública. Militante del partido republicano de derechas de Castelar, defendió la libertad de cátedra y de pensamiento, así como la necesidad de una educación pública y gratuita. Montalvo es un ejemplo de que se puede ser conservador, católico y defensor de una enseñanza plural.
Dos años antes de ser expulsado del cuerpo de profesores por defender a los “masones” (según Galindo) que enseguida formarán la ILE, Montalvo, desde su escaño de Diputado en el Congreso, animó a renovar y repensar la Educación: “La instrucción pública es indudablemente la base del desarrollo intelectual de los pueblos”. Esta sí es una consigna que hubieran hecho suya los miembros de la ILE. Montalvo, personaje lamentablemente poco conocido, coincidió con los presupuestos ginerianos en la defensa de la educación como “base del desarrollo intelectual de los pueblos”, con una enseñanza laica, esto es, por definición ajena a pensamiento único alguno, favorecedora de la pluralidad de credos e ideas. Exactamente lo contrario a lo que se afirma en el artículo de El Adelantado.
Es cierto que la ILE fue una entidad privada, pero lo es también que en cuanto pudo ayudó al Estado en la formación de las instituciones públicas probablemente más importantes que en materia de Educación haya tenido nunca España: la Junta de Ampliación de Estudios (que presidida, qué peligro, por Ramón y Cajal, supuso la modernización de la Ciencia en España), la profusión de becas para crear una élite investigadora y profesores que viajaran por Europa para traer novedades pedagógicas, el Museo de Ciencias y varias estaciones biológicas, las Misiones Pedagógicas, la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas, el Centro de Estudios Históricos… de todas ellas nacieron o estuvieron vinculadas personalidades tales como los físicos Miguel Catalán (único español que ha dado nombre a un cráter en la luna) y Blas Cabrera, o como Menéndez Pidal; también Luis Buñuel, Ignacio Bolívar, Américo Castro, Gregorio Marañón, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Manuel García Morente, individuos como un tal Antonio Machado, un tal García Lorca, un tal Dalí… y mujeres como María Zambrano, María de Maeztu, Jimena Menéndez-Pidal, María Moliner…. En fin, unos y otras, dirá el Sr. Galindo, ejemplos claros de la perversidad intrínseca de la Institución Libre de Enseñanza.
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1. Profesor de Filosofía en Enseñanza Secundaria. 2. Profesor de Física en Secundaria, jubilado.