En el Centro de Recepción de Visitantes (CRV), en la taquilla de la Catedral, en el Alcázar… Todos coinciden en que, dentro de los pocos visitantes procedentes de otras provincias, este puente de la Constitución y de la Inmaculada han llegado a Segovia sobre todo salmantinos, algunos abulenses y, a distancia, una muy discreta representación de residentes en León.
Como se recordará, la Junta de Castilla y León rebajó las restricciones de Segovia y Ávila primero, cuando ambas estaban todavía en el nivel 4 de riesgo extremo por coronavirus y desde el viernes pasado se extendieron las medidas a Salamanca y León, momento en el que la provincia segoviana pasó a nivel 3, de riesgo alto, propiciando la movilidad solo entre estas cuatro provincias.
A la salida de la Feria de Cerámica y Alfarería que durante estos días se ha celebrado en la avenida del Acueducto, una familia de cinco miembros llegada desde Salamanca se agrupaba para continuar su recorrido por el centro histórico de Segovia en dirección a la Calle Real y con el objetivo de visitar el Alcázar. “Entre las pocas opciones que teníamos es lo que más nos apetecía porque en León y en Ávila hemos estado hace relativamente poco”, comentaban. Todos menos el más pequeño habían estado antes en Segovia pero en algunos casos hacía más de una década y estaban gratamente sorprendidos. “Me ha parecido más bonita que lo que recordaba y la judería ha sido un descubrimiento”, apuntaba uno de ellos.
En la plaza de Medina del Campo un grupo de sanitarios ecuatorianos, que trabaja en un hospital salmantino desde hace unos meses, se hacían fotografías con Juan Bravo. Habían llegado a la ciudad del Acueducto para cambiar de aires y pasar un día sin pensar mucho en la Covid, declararon.
De Sotillo de la Adrada (Ávila) es una pareja que bajaba muy deprisa la Calle Real, mapa de Segovia en mano: “Tenemos cita a la una y media para comer cochinillo y vamos tarde”, se excusaba la mujer.
En el CRV, en la Catedral o en la Feria de Cerámica contaban que, de alguna manera, “no se si se escapan”, decía una de las empleadas, ha llegado gente, pocos, muy pocos, de lugares como Galicia, Extremadura, Madrid o hasta Italia.
Camila, una peruana que estudia en Madrid, aseguraba muy seria el día 7 en la plaza del Corpus que su visita era “por un trabajo de estudios”.

