Tenemos un municipio precioso, la ‘Puerta de Castilla y León’, a sesenta kilómetros de la capital, con un patrimonio natural y humano increíbles, pero ahora mismo estamos cerrados y nos viene un duro y largo invierno por delante. Por mucho que algunos lo nieguen, la mayoría de comercios y empresas viven o completan sus ingresos con los gastos que hacen los visitantes que cada verano y fin de semana aparecen cruzando la sierra. Parece que es la hostelería (de la que dependen a su vez otros sectores) la más beneficiada por esta circunstancia, pero habría que preguntar a cualquiera de los comercios situados en la travesía de San Rafael, a los fontaneros o electricistas, repartidores de leña o gasóleo, etc, cómo les afecta el cierre de la Comunidad.
Hace tiempo, con todos esos anglicismos que nos invaden, me gustó el término “networking” que, simplificando, es crear una red de trabajo para beneficio común. Algo así sucede en una comunidad como la nuestra. Si yo tengo un bar y compro las naranjas del desayuno en la frutería de la esquina, es posible que el señor frutero vaya a comer al restaurante que le hace la compra, que a la vez comprará el pescado y la carne a otros vecinos, que echarán gasolina en la estación de servicio del pueblo, que a su vez encargará al electricista una obra que tiene pendiente y al final también se tomará el café en el primer bar que compró naranjas en la zona.
Si nos vamos a hacer esas compras fuera o encargamos los arreglos a profesionales de otras zonas, perdemos la capacidad de generar riqueza a nuestro alrededor. Ahora también tenemos la oportunidad de apoyar a nuestra hostelería; te llevan el menú del día a casa (que muchas veces es más barato que hacerlo tú mismo), encarga un arroz, para una cena, pide un súper cachopo, unas hamburguesas o unas raciones…
