Con un cierto halo de timidez y palabras cargadas de agradecimiento y humildad, virtudes poco corrientes en los grandes artistas, Alberto Reguera (Segovia, 1961), paseaba ayer por las salas del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente. El artista derrochó generosidad y fue paciente para posar ante los fotógrafos; amén de ofrecerse a responder a cualquier pregunta de los periodistas sobre las obras que, desde ayer, exhibe el Museo que lleva el nombre del pintor tureganense, uno de sus artistas de referencia.
La satisfacción era patente en el rostro de Reguera, natural de Segovia, que repartió su infancia entre esta ciudad y Palencia y que, muy pronto, marchó a Madrid y después a Paris, donde actualmente pasa largas temporadas. La alegría contenida del artista plástico obedecía a un doble motivo, tal y como subrayó nada más comenzar la rueda de prensa de presentación de la exposición. Que la primera gran retrospectiva de su obra en España sea en Segovia ya le entusiasma; aunque también que lo acoja el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, “que tiene un prestigio internacional enorme, y lo sé por experiencia”, apuntó Reguera a los periodistas. De hecho, según comentó ayer, pudo traer a Segovia una obra suya que estaba en Hong Kong gracias a que su propietario aceptó su cesión al conocer que iba a exhibirse en el ‘Esteban Vicente’.
Con la presencia del presidente del Museo, Francisco Vázquez, y de la directora-conservadora, Ana Doldán, Reguera presentó ante la prensa la exposición, horas antes de que, ya por la tarde, tuviera lugar la inauguración oficial.
“El Aura de la Pintura”, que estará abierta hasta el próximo 29 de mayo, ocupa las tres primeras salas del Museo. Reúne un total de 48 obras, según matizó Doldán, en diferentes formatos, desde las primeras obras concebidas por el artista, en 1990, hasta sus trabajos más recientes, en 2015. Su importancia radica en que se trata de la primera gran retrospectiva en España de la obra de Reguera, que tiene cuadros repartidos por museos, galerias y colecciones privadas de todo el mundo, desde Shangai a París, desde Hong Kong a Madrid, desde Washington a Sevilla.
La muestra de Segovia se produce después de la retrospectiva que acogió el Umag Museum de Hong Kong, que fue totalmente diferente a la de ahora, puesto que aquella fue monotemática, sobre el azul, con 30 obras y que tuvo críticas positivas abrumadoras.
“Cuando alguien se acerca a mi obra lo primero que piensa es que es algo abstracto, sin más. Sin embargo, si se detiene, puede vislumbrar algunas pistas que dejan entrever que son paisajes, hay pistas, una de ellas es el horizonte (…). Por eso, considero que mi obra es un paisaje abstracto, donde intento transmitir lo que se desprende de su contemplación, esa huella interior”, explicó ayer Reguera.
Y es que la exposición, tal y como explicó, por su parte, la directora del Museo, pretende mostrar la particular manera que tiene Reguera de concebir el paisaje, a través de las distintas vertientes en las que navega su trabajo; la pintura, la instalación pictórica, la expansión de sus obras sobre otros soportes (pintura en expansión), la fotografía y el vídeo. “Mi obra –aseguró ayer Reguera- cuestiona el soporte de la pintura como lo entendemos tradicionalmente, amplio la acepción de la palabra pintura, va más allá”. En esta línea, el segoviano matizó que, en su trabajo, “la frontera es muy sutil” entre pintura, escultura, instalación pictórica o fotografía. Esta explicación que ofreció Reguera ayuda a comprender el porqué de la selección y distribución de las obras a lo largo de la exposición, que no sigue el planteamiento clásico, de orden cronológico o técnicas artísticas.
El artista y Doldán, en un trabajo conjunto, “decidimos –dijo ayer Reguera- intercalar los formatos de diferentes periodos con los formatos de diferentes disciplinas o vertientes (…) por ello veremos que en las tres salas conviven las instalaciones pictóricas con la pintura expansiva o la pintura plana”.
La retrospectiva huye del planteamiento clásico de exhibición de las obras. Las piezas de distintas épocas y diferentes formatos —desde la pintura al vídeo, pasando por la fotografía o las instalaciones pictóricas— se mezclan entre sí, estableciendo una relación de diálogo entre ellas. Unas obras interpelan a otras, bajo la premisa de transmitir al espectador que todas forman parte de un mismo lenguaje, de un mismo artista, que ha ido evolucionando.
