A falta de sinceridad, el mayor interés de las declaraciones de los políticos suele radicar en las dudas y silencios, más reveladores que sus palabras, dictadas casi siempre por la conveniencia electoral. Así, mientras que la afirmación realizada ayer por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, cuando dijo sentirse con «ánimo y fuerza como el primer día», puede desdeñarse por responder a un guión preestablecido que trata de aparentar fortaleza, sí conviene sin embargo hacer caso a su insistencia en no desvelar, al menos hasta el año que viene, si aspirará a repetir como candidato del PSOE a la jefatura del Gobierno.
Durante una entrevista radiofónica, el inquilino de Moncloa dejaba así entrever que su situación en Ferraz dista mucho del liderazgo indiscutido que hace no tanto hacía impensable la posibilidad de su sustitución como número uno.
Como no podía ser de otra manera, el leonés no pudo restar valor a las encuestas, que reflejan su muy baja popularidad, pero replicó con la habitual muletilla de que «lo importante» son las elecciones.
Tras considerar normal que las dificultades que atraviesa el país se traduzcan en una imagen de soledad del presidente del Gobierno, quiso insistir en que no está en sus planes una remodelación del Gabinete, al margen de cambios puntuales como el del ministro de Trabajo, porque cualquier alteración en el área económica «haría distraer tiempo» y no sería adecuada.
Como desaconsejable considera realizar más ajustes para reducir el déficit fiscal. «No hacen falta nuevos recortes», sostuvo rotundo antes de añadir que, en consecuencia, ni siquiera se plantea atender la unánime petición de la ciudadanaía para que reduzca el número de ministerios, algo que descartó sin matices porque el Ejecutivo tiene por delante una «tarea de gran responsabilidad», porque España se está jugando «en estos meses» su «futuro para un par de décadas».
Tampoco la posibilidad de adelantar las elecciones si no consigue respaldos para los Presupuestosde 2011 está, de momento, entre sus planes, ya que dijo confiar en las negociaciones con el PNV.
Al margen del cambalache presupuestario con el nacionalismo, Zapatero rechazó las críticas a la decisión de permitir ahora que los ayuntamientos se endeuden, algo que se les había prohibido hace pocos meses, puesto que peor que rectificar sería convertirse en «un Gobierno de la obcecación».
Por supuesto, las bondades de la flexibilidad no se aplican a la reforma laboral, aprobada el jueves con el rechazo unánime de la oposición y los sindicatos mayoritarios, y respecto a la que el presidente del Ejecutivo dijo no sentir que haya «traicionado» sus principios, pese al recorte de derechos y a la furibunda y general censura del mundo económico y laboral.
Semejante capacidad para acertar siempre, hasta el punto de que en momento alguno hizo asomo siquiera de autocrítica es la que, sin duda, permite a Zapatero estar «preparado» para afrontar la huelga general del 29, una iniciativa que, eso sí, le merece «respeto».
Tales consideraciones fueron merecedoras de una advertencia del secretario general del PP en el Congreso, José Luis Ayllón, quien consideró que el descarte de nuevos recortes garantizado por Zapater obliga a los ciudadanos a llevarse «la mano a la cartera», porque, a su juicio, cada vez que el jefe del Ejecutivo dice que no va a hacer algo, hace justo lo contrario y, por tanto, hay grave «peligro».
