Albert Rivera es hoy pasto de críticas; la principal: no haberse conformado con su papel de líder de un partido bisagra de centro, pactando con el PP acá y con el PSOE acullá. Todavía hoy muchos comentaristas, como mi admirado Fernando Jáuregui, le recriminan no haberse prestado a un acuerdo con Pedro Sánchez tras las elecciones de abril del 2019 y haber evitado así la presencia de Podemos en el Gobierno. Pero Rivera quería más. Rivera sabía de los problemas del PP y pretendía quedarse como líder de referencia del centro derecha, dejando los espacios más radicales para Vox. El escenario que se dibujó en abril del 2019 había puesto a su partido a menos de un punto porcentual de una formación, como el PP, no solo con problemas de liderazgo, sino también con una profunda división en sus estructuras internas y con una ausencia de discurso definido, acuciado desde su derecha por Vox y desde el centro por el propio Ciudadanos.
Hace 48 horas el partido seguía dando una imagen insegura, vacilante, más parecida a la veleta naranja que la propia titular del apelativo. Ayer, Pablo Casado se redimió. Dejó entrever madera de líder. Ahora tiene un panorama propicio: Vox ha pinchado en hueso y, por primera vez en mucho tiempo, es el PP quien puede llevar la iniciativa en el amplio escenario de la derecha. La cuestión estriba en si lo sabrá hacer. Los populares gestionan mal el estar en la oposición; diríase, si no fuera una caricatura, que psicológica y sociológicamente han nacido para gobernar.
Tienen poca paciencia; se manejan mal en la espera. No siempre ha sido así: cuando José María Aznar desembarcó en la presidencia –tras una época de desastrosa falta de unidad- se había producido la refundación del partido; él y su equipo diseñaron un plan para el acceso al gobierno de las diferentes administraciones españolas. Tenía Aznar un equipo potente y disciplinado. La pregunta es si Casado lo tiene; y si posee un cuaderno de bitácora ideológico; incluso si mantiene una estructura de partido en el conjunto de comunidades autónomas. El ejemplo de Castilla y León es evidente: no se han cerrado las heridas del último congreso nacional y cada vez son mayores las diferencias internas entre los llamados por el partido juniors –jóvenes cercanos al secretario general, Teodoro García Egea, que han pasado de las nuevas generaciones a las instituciones- y los cargos con experiencia acumulada. En algún caso, como Ávila, la apuesta de la ‘nomenklatura’ ha dado un mal resultado electoral, y la brecha sigue sin cerrarse. El año que viene es año de congresos. Ahí se la juega el partido, en Castilla y León y en Segovia. Hoy día, el PP solo tiene regidor en una capital de provincia, y es el segundo partido de la comunidad autónoma. ¿Se imaginan que empiecen a caer también las diputaciones y la propia Junta de Castilla y León? Ojo: Luis Tudanca está realizando una oposición seria y responsable –un ejemplo fue que firmara el Pacto para la Recuperación Económica de Castilla y León, que nadie se esperaba-: el PSOE será un duro adversario, de eso no hay duda. Y si consigue el poder su permanencia no será corta; al tiempo si no.
Se equivoca Pablo Casado en radicalizar su discurso y anatemizar a Podemos: produce el efecto contrario al esperado: fortalecer a Podemos. Y con Podemos fuerte quien gana es Vox. No puede perder la vista el PP que ahora tiene otra referencia en su derecha, y que el afiliado o el votante radicalizado, o cabreado, es magma sociológico de Vox, que se desenvuelve mejor en esos escenarios. Y como efecto colateral pierde al votante centrado, que es quien, a la postre, proporciona los gobiernos, a la derecha y a la izquierda. ¿O es que será capaz Vox de permitir gobiernos de izquierdas por no apoyar al PP? Como me decía a finales de agosto un antiguo líder nacional del partido: “Tenemos que hacer lo que debemos hacer. Lo primero es cohesionar el partido y definir un discurso ideológico”. Lo segundo, digo, olvidarse de tacticismos y cortoplacismos y mirar por el bien de España, aunque la recompensa venga en el largo plazo. ¿Se imaginan la Transición con estos políticos y esta política? ¿Qué hubiéramos conseguido? Vox ha fracasado en su intento. Ha quedado solo. Ahora el turno es del PP.
