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Quo vadis, Europa?

por Antonio Horcajo
12 de octubre de 2020
en Tribuna
ANTONIO HORCAJO 1
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Cuando hicimos el trabajo de desbroce para la incorporación al Mercado Común, como entonces se llamaba, tardamos un tiempo en darnos cuenta de la trascendencia que tenía nuestro esfuerzo, alimentado también de una ilusión por incorporar nuestras inquietudes y capacidades en un ámbito geográfico, político y económico mucho más amplio. Vino a fijar las ideas nuestro sabio -y cordial- profesor Alberto Ullastres, entonces encargado de los prolegómenos para la incorporación, asiduo visitante a la Finca de Molinoviejo, en Ortigosa del Monte, que nos impartía Historia Económica en el Caserón de San Bernardo donde, entonces, estaba la Facultad de Políticas y Económicas. En uno de los inolvidables paseos, entonces frecuentes por esta Segovia que tanto le gustaba, por la Alameda de la Fuencisla -después de salir reconfortados por la cadencia de una fuente interna, que cantaba saltarina, sobre una pila de granito, que no sé si seguirá en el portal del edificio anexo al Santuario de la Virgen-, recibí una lección magistral de la Europa que a España convenía y que, por obvias razones políticas, aún se resistía.

Fuera la tierra olía a ozono, un delicioso aroma a tierra mojada después de un chaparrón, que entonces era cosa normal en Segovia y que, yo al menos, no he vuelto a tener el placer de respirar. No cabe duda de que el tiempo, cuando avanza, te roba olores y sabores. Era entonces cuando se daban los primeros pasos hacia una incorporación en Europa, que nos había sido frenada desde hacía mucho tiempo.

Ahora, pienso, Europa tiene un camino muy diferente al de aquellos años de buena voluntad para conseguir un continente unido. La realidad nos lleva a que ha pasado demasiado tiempo sin lograr el objetivo pleno trazado por los padres de aquella Europa soñada, el francés Monnet, el alemán Adenauer, el italiano De Gasperi, Churchill el inglés y Spaak, el incordiante belga, pero sin duda uno de los pilares del Tratado.

Hoy es muy difícil alcanzar aquel sueño si no se aplican las medidas correctoras, y puede ocurrir una grave paralización del reloj de Europa por las influencias y las consecuencias exógenas, en exageradas demandas, que están siendo tan fuertes como un simún, que no se ve venir pero que está presente. Sin duda España, con una política errática, está siendo uno de sus miembros más negativos en estos momentos.

La frivolidad del crecimiento del gasto que se está proponiendo en la política española actual, sin contrapeso productivo –y con una deuda tan desbordada e inasumible que pesará como excesiva carga en las cuentas de las generaciones futuras- nos coloca ante una Europa desconfiada que mal va atender nuestra demanda injustificable, o, al menos, poco aclarada con fuegos de artificio y, acaso, pensando que Europa tragará nuestras banales excusas.

En Europa, sobre todo en los miembros del norte, se piensa que España ahora está ofreciendo poca solidaridad y excesivas exigencias sin respaldo ni coherencia. Allí, y ahora, concluyen con que estamos utilizando los instrumentos de manera frívola y que, con una deuda tan desbordada, que puede impedir las amortizaciones futuras o un cambio de políticas compensatorias que lleven a Europa a una vía de incertidumbre con respecto a nosotros. Si no se aplican las medidas correctoras con prontitud puede ocurrir una grave paralización del proceso y del reloj que marca nuestra hora de Europa, pudiendo ser distinta a la que la España actual quiere. No es ajeno a esta inquietud el deseo y la recomendación, en algunos casos exigencia, del Banco Central Europeo urgiendo fusiones que den músculo y fortaleza al sistema financiero, como vacuna que evite el desmoronamiento.

Quo vadis Europa?, o mejor digamos aquella Europa desvastada que vuelve, que así misma se atormenta y ya definida por Andrés Laguna –no hay nada nuevo bajo el sol- que se presiente como la HEAUTENTIMORUMENE, perfecta definición, con una sola palabra de una situación caótica, cuando lo que se precisa, y Europa exige a España, es la germinación de una presentida y necesaria cosecha, que se quedó en el mundo incierto de lo posible, por falta de clima político coherente de todos los que juegan esa partida y de la que depende la estabilidad de la sociedad civil, es decir la de todos, se peinen como se peinen, tanto una Alemania fatigada, como una Gran Bretaña autoexcluida y tradicionalmente insolidaria en sus egocentrismos y, en todo el solar europeo, un populismo inasumible, cavernario y soez, cuyo objetivo es la destrucción de una Europa unida y compacta.

Ahora me pregunto a mí mismo y no sería malo que también tú, lector amigo, como parte integrante de esta Europa de todos, te hagas la pregunta y busques la respuesta: Quo vadis, Europa? Cuánto de europeos nos sentimos los españoles del momento actual y cuál sea la Europa pensada para que, siendo real, sea posible.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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