Las cifras no engañan y la alta capacidad del coronavirus por persistir ya no es ningún secreto. Muchos creyeron que había ya desaparecido cuando gracias a las medidas ultrarrestrictivas impuestas por las autoridades, los números de contagiados remitieron con tanta rapidez como se había manifestado su auge. Precisamente, este ha sido uno de los grandes errores que han posibilitado una segunda ola del patógeno.
Tras una tregua durante los meses de junio y julio, que más que tregua fue una ausencia con promesa de volver, agosto ya manifestó de forma muy clara un aumento de los casos que ahora ya nadie duda. Este repunte de un coronavirus que nunca se fue, ha posibilitado una nueva oleada de contagios que si bien ya se inicio en agosto, se ha terminado de consolidar en septiembre.
El mes de septiembre ha venido a empeorar todos los registros relacionados con la pandemia en la provincia de Segovia, una demarcación que ha sido menos golpeada que otras de su alrededor en esta segunda ola. Esto contrasta con lo vivido durante la primera ola, en la que sí fue una de las castigadas.
Septiembre ha traído un aumento de los contagios que ha multiplicado por dos los registros que se dieron en agosto, mes que ya trajo consigo un repunte. De esta forma, el octavo mes del año dejó 582 contagiados mientras que septiembre se apuntó 1.182.
Si alargamos la comparativa, la evolución es todavía más evidente. Marzo y abril se dejan fuera de estos análisis ya que a muchos de los enfermos no se les realizaba test y por tanto el conteo no es preciso.
Mayo supuso el último mes de la primera ola en Segovia y trajo consigo una incidencia muy reducida respecto a marzo y abril. A pesar de todo, mayo contabilizó 588 contagiados. Junio, con 69, y julio, con 60, representaron una tregua en el número de casos pero no se acabó con el virus, que aguardaba a que la población bajara la guardia para atacar de nuevo.
De esta forma, agosto ya demostró lo que se avecinaba al subir todos los indicadores. Así, este mes dejó 582 contagiados (muy similar a los de mayo y que hace pensar en una evolución de la pandemia en forma de parábola o de U), algo que septiembre elevó a más del doble.
Si se realiza un análisis de las semanas, el mes de septiembre no ha mostrado una tendencia clara. De esta forma, la primera semana (de los días 1 al 6) se contabilizaron 198 contagiados, 368 en la segunda (del 7 al 13), 267 en la tercera (del 14 al 20), 268 en la tercera (del 21 al 27) y 81 durante los tres últimos días del mes (si se alarga hasta el 4 de octubre darían 297 infectados).
Los casos activos también manifestaron un repunte, con lo que la cifra pasó de 1.080 a 1.422.
Los brotes activos también experimentaron un auge y además conllevaron más casos vinculados. De esta forma, los dos mayores brotes de la provincia que superan con mucha diferencia al resto, el de Coca-Nava (casi 100 contagios) y el de Riaza (supera ya los 80) se han manifestado en septiembre.
El resto de registros no sufrieron tantas variaciones como las relacionadas con los contagiados. La cifra de muertes se situó en tres, acontecidas los días 19,25 y 30. En este caso, está en consonancia con los meses anteriores y no es extraño, ya que las personas que fallecen por Covid-19 suelen padecer la enfermedad durante tres o cuatro semanas antes de morir, por lo que el aumento de defunciones por el repunte de contagiados tendría que manifestarse en octubre.
Las hospitalizaciones tampoco tuvieron grandes subidas, por lo que pasaron de las 12 del final de agosto a las 15 del 1 de octubre. Misma situación en las UCI, que pasaron de contar con dos pacientes Covid a tres. El total de altas se situó en 52.
Los madrileños salen a la calle en un puente descafeinado
Con el puente del Pilar marcado en Madrid por el estado de alarma y sin posibilidad de salir o entrar de la capital excepto por motivos justificados, los madrileños salieron ayer a las calles del centro para ser turistas, o consumidores, de su propia casa aprovechando que “esto no tiene nada que ver” con las limitaciones de marzo y abril.
Los habitantes de la capital y de los municipios de Alcobendas, Alcorcón, Fuenlabrada, Getafe, Leganés, Móstoles, Parla y Torrejón de Ardoz se quedaron de puertas para adentro en este puente tras el estado de alarma decretado el viernes. Solo se puede salir y entrar de estas localidades bajo supuestos laborales, educativos o de asistencia a personas mayores o dependientes.
Por ello, en Atocha, sobre las diez de la mañana, la afluencia de viajeros era escasa y primaban los que llegaban a la estación con billete de salida de Madrid, sobre todo para regresar al lugar de residencia habitual, otro supuesto permitido, pero también por motivos laborales.
Es el caso de Alberto, convocado a una reunión en Alicante. “Supone”, dice, que no tendrá ningún “inconveniente” al llegar al control.
Sobre la declaración del estado de alarma como culminación de unas semanas cuajadas de choques entre administraciones, asevera que “es mucha política y poca ciencia”.
“Y yo, que soy médico, sé lo que me digo. Poca ciencia: es saber coordinar las medidas correctas que hay que hacer en casos como este. Y peleas entre la Administración central y la autonómica que no vienen a cuento si desde el principio se hubieran hecho bien las cosas”, subraya Alberto.
En la estación, con presencia de agentes de la Policía Nacional, que piden el billete, el DNI y los justificantes a los viajeros, también hay residentes de otros municipios madrileños no confinados que han seguido adelante con sus planes de puente.
Más allá de los que se van -y de los que no llegan en este puente sin turistas-, a medida que avanza la mañana los madrileños se han ido lanzado a las calles del centro: parejas jóvenes haciéndose fotos en la plaza Mayor, numerosas familias con niños pequeños, personas mayores solas o en pareja que han revitalizado el centro de Madrid.
Nada que ver, no obstante, con el ir y venir de fines de semana anteriores, afirma un taxista que constata cierta “espantada” ante el puente.
Alicia hace cola con su pareja en el Museo del Prado. Delante de ellos esperan decenas de personas, síntoma de que esto “no tiene nada que ver con el confinamiento de marzo”.
“No significa nada más que no podemos salir de Madrid, pero aquí tenemos de todo, o sea que tampoco es que sea un gran sacrificio”, expone Alicia, que cree que las medidas “deberían ser más restrictivas”.
Pasado el mediodía, con un tiempo más que agradable, las terrazas se han ido llenando -en el interior, continúa el aforo limitado al 50 % y no se puede consumir en barra-, y la asociación de Hostelería Madrid prevé que el Pilar sea bueno para el sector con un incremento hasta de un 25 % respecto a otros fines de semana, dada la imposibilidad de salir de Madrid.
Menos optimista es el propietario de un bar en la calle de Jesús, en el barrio de las Letras, que dice que el sábado anterior había “un poquito más” de gente.
Admite que el cierre de la hostelería a las once de la noche tampoco le afecta en exceso, porque esta “no es una zona de copas”, sino más bien un lugar de paso en el que la gente cenaba antes de irse “a otro sitio” del centro a seguir la noche y la fiesta. Pero, ahora, “ya ni eso”: “Esto es la ruina”, sentencia.
Al igual ocurre, en este puente sin turistas, con los hoteles. Lujosos alojamientos del paseo del Prado y alrededores tienen las puertas tapiadas o las luces apagadas, con notas para el exterior: “Volveremos a abrir en cuanto el escenario actual lo permita. Agradecemos su compresión y enviamos un mensaje de fuerza y cariño para todos”.
