Desde una hora antes del partido, tras una ensordecedora mañana de ruido omnipresente provocado por las «vuvuzelas», las trompetas de plástico que usan los hinchas sudafricanos para animar a su selección, el barullo quedó restringido a algunos lugares donde se concentraron los aficionados y no aficionados para ver el partido.
Tras los monumentales atascos de las horas anteriores, muy pocos vehículos circulan y casi todos los comercios han cerrado a las tres, para permitir a sus empleados desplazarse para ver el partido, por lo que al calles y centros comerciales, donde concentra la actividad del país, permanecen prácticamente desiertos.
Sólo en los «parques para hinchas», donde se han concentrado decenas de miles de personas en las grandes y pequeñas ciudades y en los pueblos sudafricanos, suenan sin cesar las «vuvuzelas» y no dejan de ondear las banderas, sobre un mar amarillo de camisetas de la «Bafana bafana», la selección nacional.
Pero en todo el país, a las cuatro en punto, en el momento en que sonaban los himnos nacionales de Sudáfrica y México, se hizo el silencio, mientras los hinchas escuchaban con actitud respetuosa y preparados para hacer sonar durante los noventa minutos del encuentro sus instrumentos y animar a las selecciones.