El 18 de mayo de 1455, el papa Calixto III otorga la bula de fundación del Monasterio de San Francisco. Se levanta el monasterio en lo que era un palacio de caza de Enrique IV, en las afueras de la ciudad, en el paraje denominado El Campillo. Colmenares lo atribuye a una disputa entre los franciscanos claustrales y observantes. El rey medió, dejó a los claustrales en su ubicación –hoy Academia de Artillería- y donó a los observantes su casa de campo.
A pesar de que con posterioridad se realizara el complejo monástico -en torno a tres claustros alienados-, la construcción es un claro ejemplo de arquitectura civil como dice Antonio Ruiz, y uno de los más perfectos ensamblajes entre el gótico, incluso tardío –con arcos carpaneles, decoración de bolas y una portada al estilo Juan Guas- y el mudéjar que relumbra en sus artesonados y alfarjes.
Años después, cuando los observantes se unieron en el convento principal, las monjas de Santa Clara, que tenían el suyo en los terrenos en donde hoy se levanta la catedral, se trasladan al ya monasterio ampliado. Hablamos de 1488. Las monjas han superado desamortizaciones y la Guerra de la Independencia. Ahora la crisis de vocaciones parece poder con ellas.
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