Los que somos hijos de la posguerra y escuchamos de labios de nuestros padres los horrores que tuvieron que soportar en nuestra contienda civil, que les dejó marcados para toda su vida, nos propusimos como objetivo prioritario de las nuestras, enterrar sus recuerdos con el doble candado del consenso, para evitar que nunca, nunca jamás hubiera ocasión de vivir, sufrir y padecer lo que ellos vivieron, sufrieron y padecieron.
Entre todos fuimos capaces de conseguir también, que los que se vieron obligados a tener que asumir los papeles de protagonistas que el destino les deparó en aquella catástrofe nacional, fueran capaces de volver años después a encontrarse libres pero sin ira, como propugnaba aquel tema del grupo andaluz Jarcha, en el ágora democrática del nuevo Parlamento en el que vino a estar representado la totalidad del pueblo español. Allí, con la anuencia de unos y otros fueron capaces de elaborar, redactar y consensuar la primera constitución que no resultara impuesta por ninguna opción política sobre las demás. Allí, se supieron frenar los movimientos pendulares que en nuestra historia traspasaban los textos constitucionales de un lugar a otro, bajo la consigna del “trágala perro” impuesta desde cualquiera de las dos orillas.
Lo que se consiguió en los años posteriores al franquismo fue digno de alabanza en el resto del mundo, que elogió nuestra transición hacia la democracia. Y ello no fue ni fácil ni gratuito, pues se tuvieron que superar las enormes dificultades que pretendían seguir poniendo el palo en las ruedas de aquel proceso, bien fuera a través de un absurdo e inmisericorde terrorismo etarra, o desde el otro lado, con intentonas golpistas que frenaran el itinerario democrático que ya no tenía marcha atrás. Entre todos supimos superarlo, consensuando las medidas que eran necesario adoptar en cada momento en beneficio del conjunto de la nación española: bien, firmando los conocidos como Pactos de la Moncloa en materia económica; o bien, negociando la composición territorial definitiva del nuevo Estado autonómico; como ejemplos más significativos.
Con la vista proyectada hacia el futuro de un país que supo cerrar, creíamos que de una vez por todas sus pretéritas heridas, asumiendo el pasado como un hecho histórico, desafortunado, pero irremediable, incluidos los casi cuarenta años de dictadura que sucedieron al cainita enfrentamiento y empujando todos hacia adelante y en la misma dirección, nos permitió alcanzar las mayores cotas de bienestar social y de prosperidad económica que nunca se pudo imaginar en el antiguo país de los dientes afilados, coronado ahora por una monarquía parlamentaria que no ha sido ajena a estos logros y al hecho de que se pudiera enterrar el hacha de guerra que se estuvieron lanzando a la cabeza nuestros padres y nuestros abuelos durante tantos periodos de la historia de España.
Han pasado más de ochenta años desde aquella tragedia que ensombreció al país durante décadas, pero parece que todo hubiera sucedido ayer mismo, donde el clima de guerracivilismo propiciado por fuerzas políticas, hasta ahora sólo minoritarias, nos está llevando a ser testigos de enfrentamientos que creíamos para siempre olvidados. De momento sólo son políticos, pero con el riesgo cierto de que se traspasen a la sociedad civil a través del ventilador de basura ideológica que se está difundiendo por las nuevas redes sociales y por las voces de sus amos de los diferentes medios informativos.
No deja de resultar paradójico si no resultara trágico, que los que intervinieron en aquella contienda fueran capaces de pasar página y que sean ahora sus nietos e incluso bisnietos, los que intenten escarbar en el pasado, proyectando en el aire las cenizas del tiempo ido, con el objetivo principal de ocultar sus aviesas intenciones que puedan llegar a enfrentar de nuevo a los españoles en dos bandos irreconciliables. Estaremos hartos de corrupciones y de muchas otras cosas más que nos están deparando algunos de nuestros representantes, pero nunca debemos estar hartos de seguir viviendo en paz. Este país, que todavía llamamos España, será lo que quiera que sea el conjunto de sus ciudadanos, no lo que pretendan unos pocos que se dedican a amenazar y a tensar la flecha del presente y del futuro en el arco de la ballesta del pasado.
